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Los Hechos de los Apóstoles
“Toda carne es como la hierba—declaró,—y toda la gloria del
hombre como la flor de la hierba: secóse la hierba, y la flor se cayó;
mas la palabra del Señor permanece perpetuamente. Y ésta es la
palabra que por el evangelio os ha sido anunciada. Dejando pues
toda malicia, y todo engaño, y fingimientos, y envidias, y todas las
detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual,
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sin engaño, para que por ella crezcáis en salud: si empero habéis
gustado que el Señor es benigno.”
Muchos de los creyentes a quienes Pedro dirigió sus cartas vivían
en medio de paganos, y su permanencia en la verdad dependía mucho
de que permaneciesen fieles a la alta vocación de su profesión. El
apóstol les manifestó claramente sus privilegios como seguidores
de Cristo Jesús. “Mas vosotros sois linaje escogido—escribió,—
real sacerdocio, gente santa, pueblo adquirido, para que anunciéis
las virtudes de aquel que os ha llamado de las tinieblas a su luz
admirable: vosotros, que en el tiempo pasado no erais pueblo, mas
ahora sois pueblo de Dios; que en el tiempo pasado no habíais
alcanzado misericordia, mas ahora habéis alcanzado misericordia.
“Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, os abs-
tengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma, teniendo
vuestra conversación honesta entre los Gentiles; para que, en lo que
ellos murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a
Dios en el día de la visitación.”
El apóstol delineó claramente cual debía ser la actitud de los
creyentes hacia las autoridades civiles: “Sed pues sujetos a toda or-
denación humana por respeto a Dios: ya sea al rey, como a superior;
ya a los gobernadores, como de él enviados para venganza de los
malhechores, y para loor de los que hacen bien. Porque ésta es la
voluntad de Dios; que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de
los hombres vanos: como libres, y no como teniendo la libertad por
cobertura de malicia, sino como siervos de Dios. Honrad a todos.
Amad la fraternidad. Temed a Dios. Honrad al rey.”
A los que eran siervos les amonestó: “Sed sujetos con todo temor
a vuestros amos; no solamente a los buenos y humanos, sino también
a los rigurosos. Porque esto es agradable—explicaba el apóstol,—si
alguno a causa de la conciencia delante de Dios, sufre molestias
padeciendo injustamente. Porque ¿qué gloria es, si pecando vosotros
sois abofeteados, y lo sufrís? mas si haciendo bien sois afligidos, y
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