Página 365 - Los Hechos de los Ap

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Un fiel subpastor
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“Habiendo purificado vuestras almas en la obediencia de la
verdad, por el Espíritu, en caridad hermanable sin fingimiento—
continúa Pedro,—amaos unos a otros entrañablemente de corazón
puro.” La Palabra de Dios—la verdad—es el medio por el cual Dios
manifiesta su Espíritu y su poder. La obediencia a ella produce fruto
de la calidad requerida; “amor no fingido de los hermanos.” (V.M.)
Este amor es de origen celestial y conduce a móviles elevados y
acciones abnegadas.
Cuando la verdad llega a ser un principio permanente en nuestra
vida, el alma renace, “no de simiente corruptible, sino de incorrupti-
ble, por la palabra de Dios, que vive y permanece para siempre.” Este
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nuevo nacimiento es el resultado de haber recibido a Cristo como la
Palabra de Dios. Cuando las verdades divinas son impresas sobre el
corazón por el Espíritu Santo, se despiertan nuevos sentimientos, y
las energías hasta entonces latentes son despertadas para cooperar
con Dios.
Así sucedía con Pedro y sus condiscípulos. Cristo es el revelador
de la verdad al mundo. Por él, la simiente incorruptible—la Palabra
de Dios—fué sembrada en el corazón de los hombres. Pero muchas
de las más preciosas lecciones del gran Maestro fueron habladas
a quienes no las entendían. Cuando, después de su ascensión, el
Espíritu Santo trajo sus enseñanzas a la memoria de los discípulos,
se despertaron sus sentidos dormidos. El significado de esas verdades
iluminó sus mentes como una nueva revelación, y la verdad, pura y
sin adulteración, se hizo lugar. Entonces la maravillosa experiencia
de la vida de Cristo llegó a ser suya. La Palabra dió testimonio
por medio de ellos, los hombres de su elección, y proclamaron la
importante verdad: “Y aquel Verbo [Palabra] fué hecho carne, y
habitó entre nosotros ... lleno de gracia y de verdad.” “Porque de su
plenitud tomamos todos, y gracia por gracia.”
Juan 1:14-16
.
El apóstol exhortó a los creyentes a estudiar las Escrituras, para
que por medio de un adecuado entendimiento de ellas pudiesen
realizar una segura obra para la eternidad. Pedro comprobó que en
la experiencia de cada persona que finalmente obtiene la victoria,
existen momentos de perplejidad y prueba; pero sabía también que
la comprensión de las Escrituras podía capacitar al tentado, trayendo
a la mente promesas que podían confortar el corazón y reforzar la fe
en el Poderoso.