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Los Hechos de los Apóstoles
recomendó a los creyentes afrontar con firmeza las pruebas y su-
frimientos. “Carísimos—escribió,—no os maravilléis cuando sois
examinados por fuego, lo cual se hace para vuestra prueba.”
Las pruebas constituyen parte de la educación en la escuela de
Cristo, para purificar a los hijos de Dios de las escorias terrenales.
Porque Dios está dirigiendo a sus hijos, se presentan las experien-
cias angustiosas. Las pruebas y los obstáculos constituyen métodos
elegidos por él como disciplina y condiciones para el éxito. Aquel
que lee el corazón de los hombres conoce sus debilidades mejor
que ellos mismos. Ve que algunos tienen cualidades, que, dirigi-
das correctamente, pueden ser usadas para el adelantamiento de su
obra. En su providencia, conduce esas almas en medio de diferentes
condiciones y variadas circunstancias, para que puedan descubrir
los defectos que ellos mismos no reconocían. Les da oportunidad
de vencer esos defectos y prepararse para servir a Dios. A menudo
permite que ardan los fuegos de la aflicción para purificarlos.
El cuidado de Dios por su herencia es constante. No tolera que
venga aflicción alguna sobre sus hijos, a no ser aquellas que son
esenciales para su bienestar presente y eterno. Purificará a su iglesia,
como Cristo purificó el templo durante su ministerio terrenal. Todo
lo que el Señor trae sobre su pueblo en forma de prueba y aflicción es
para que puedan adquirir una piedad más profunda y mayor fortaleza
para llevar adelante los triunfos de la cruz.
Tiempo hubo en la experiencia de Pedro cuando no estaba dis-
puesto a ver la cruz en la obra de Cristo. Cuando el Salvador hizo
saber a sus discípulos sus inminentes sufrimientos y muerte, Pedro
exclamó: “Señor, ten compasión de ti: en ninguna manera esto te
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acontezca.”
Mateo 16:22
. La compasión hacia sí mismo, que no le
permitía seguir a Cristo en el sufrimiento, sugirió su protesta. Fué
para este discípulo una lección amarga, que aprendió lentamente,
el saber que el camino de Cristo en la tierra pasaba por la agonía
y la humillación. Pero en el calor del horno de las pruebas tuvo
que aprender una lección. Ahora, cuando su cuerpo una vez activo
estaba agobiado por el peso de los años y el trabajo, podía escribir:
“Carísimos, no os maravilléis cuando sois examinados por fuego,
lo cual se hace para vuestra prueba, como si alguna cosa peregrina
os aconteciese; antes bien gozaos de que sois participantes de las