Página 89 - Los Hechos de los Ap

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De perseguidor a discípulo
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La maravillosa luz que iluminó las tinieblas de Saulo era obra
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del Señor; pero había también una obra que tenían que hacer por
él los discípulos. Cristo realizó la obra de revelación y convicción;
y ahora el penitente estaba en condición de aprender de aquellos a
quienes Dios ordenó para que enseñaran su verdad.
Mientras Saulo continuaba solo orando y suplicando en la casa
de Judas, el Señor le apareció en visión a “un discípulo en Damasco
llamado Ananías,” y le dijo que Saulo de Tarso estaba orando y
que necesitaba ayuda. “Levántate, y ve a la calle que se llama la
Derecha—dijo el mensajero celestial,—y busca en casa de Judas
a uno llamado Saulo, de Tarso: porque he aquí, él ora; y ha visto
en visión un varón llamado Ananías, que entra y le pone la mano
encima, para que reciba la vista.”
Apenas podía creer Ananías las palabras del ángel; porque los
informes de la acerba persecución de Saulo contra los santos de
Jerusalén se habían esparcido extensamente. Se aventuró a protestar:
“Señor, he oído a muchos acerca de este hombre, cuántos males ha
hecho a tus santos en Jerusalem: y aun aquí tiene facultad de los
príncipes de los sacerdotes de prender a todos los que invocan tu
nombre.” Pero la orden fué imperativa: “Ve; porque instrumento
escogido me es éste, para que lleve mi nombre en presencia de los
Gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel.”
Obediente a la indicación del ángel, Ananías buscó al hombre
que hacía sólo poco respiraba amenazas contra todos los que creían
en el nombre de Jesús; y poniendo sus manos sobre la cabeza del
dolorido penitente, dijo: “Saulo hermano, el Señor Jesús, que te
apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que
recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo.
“Y luego le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al punto
la vista: y levantándose, fué bautizado.”
Así sancionó Jesús la autoridad de su iglesia organizada, y puso
a Saulo en relación con los agentes que había designado en la tierra.
Cristo tenía ahora una iglesia como su representante en la tierra, y a
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ella incumbía la obra de dirigir al pecador arrepentido en el camino
de la vida.
Muchos tienen la idea de que son responsables ante Cristo solo
por la luz y experiencia, y que no dependen de sus seguidores reco-
nocidos en la tierra. Jesús es el amigo de los pecadores, y su corazón