Página 97 - Los Hechos de los Ap

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Capítulo 14—Un investigador de la verdad
Este capítulo está basado en Hechos 9:32 a 11:18.
En el curso de su ministerio, el apóstol Pedro visitó a los cre-
yentes en Lidda. Allí sanó a Eneas, que durante ocho años había
estado postrado en cama con parálisis. “Y le dijo Pedro: Eneas,
Jesucristo te sana; levántate, y hazte tu cama. Y luego se levantó. Y
viéronle todos los que habitaban en Lidda y en Sarona, los cuales se
convirtieron al Señor.”
En Joppe, ciudad que estaba cercana a Lidda, vivía una mujer
llamada Dorcas, cuyas buenas obras le habían conquistado extenso
afecto. Era una digna discípula de Jesús, y su vida estaba llena de
actos de bondad. Ella sabía quiénes necesitaban ropas abrigadas y
quiénes simpatía, y servía generosamente a los pobres y afligidos.
Sus hábiles dedos estaban más atareados que su lengua.
“Y aconteció en aquellos días que enfermando, murió.” La iglesia
de Joppe sintió su pérdida; y oyendo que Pedro estaba en Lidda, los
creyentes le mandaron mensajeros “rogándole: No te detengas en
venir hasta nosotros. Pedro entonces levantándose, fué con ellos: y
llegado que hubo, le llevaron a la sala, donde le rodearon todas las
viudas, llorando y mostrando las túnicas y los vestidos que Dorcas
hacía cuando estaba con ellas.” A juzgar por la vida de servicio que
Dorcas había vivido, no es extraño que llorasen, y que sus cálidas
lágrimas cayesen sobre el cuerpo inanimado.
El corazón del apóstol fué movido a simpatía al ver su tristeza.
Luego, ordenando que los llorosos deudos salieran de la pieza, se
arrodilló y oró fervorosamente a Dios para que devolviese la vida
y la salud a Dorcas. Volviéndose hacia el cuerpo, dijo: “Tabita,
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levántate. Y ella abrió los ojos, y viendo a Pedro, incorporóse.”
Dorcas había prestado grandes servicios a la iglesia, y a Dios le
pareció bueno traerla de vuelta del país del enemigo, para que su
habilidad y energía siguieran beneficiando a otros y también para
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