Capítulo 20—La familia y la ciudad
Riesgos de la vida en la ciudad
—La vida en las ciudades es
falsa y artificial. La intensa pasión por el dinero, el torbellino y el
afán de los placeres, la fiebre de la ostentación, el lujo y la pro-
digalidad son otras tantas fuerzas que impiden a la mayoría de la
humanidad que cumpla el verdadero fin de la vida. Abren la puerta
a una infinidad de males y ejercen sobre la juventud un poder casi
irresistible. Una de las tentaciones más sutiles y peligrosas que asal-
tan a los niños y a los jóvenes en las ciudades es el afán de placeres.
Muchos son los días de fiesta; los juegos y las carreras de caballos
arrastran a miles, y el torbellino de las excitaciones y del placer los
distraen de los austeros deberes de la vida. El dinero que debiera
ahorrarse para mejores fines se desperdicia en diversiones
En lo referente a la salud
—El ambiente físico de las ciudades
es muchas veces un peligro para la salud. La exposición constante
al contagio, el aire viciado, el agua impura, el alimento adulterado,
las viviendas obscuras, malsanas y atestadas de seres humanos, son
algunos de los muchos males con que se tropieza a cada paso.
No era el propósito de Dios que los hombres vivieran hacinados
en las ciudades, confinados promiscuamente en estrechos alojamien-
tos. Al principio Dios puso a nuestros primeros padres entre las
bellezas naturales en medio de las cuales quisiera que nos deleitáse-
mos hoy. Cuanto mejor armonicemos con el plan original de Dios,
más fácil nos será asegurar la salud del cuerpo, de la mente y del
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alma
Fomentan la iniquidad
—Las ciudades rebosan de tentaciones.
Debemos planear nuestra obra de tal manera que mantengamos a
nuestros jóvenes tan alejados como se pueda de esa contaminación
Los niños y los jóvenes deben ser protegidos cuidadosamente.
Se los debe mantener alejados de los semilleros de iniquidad que se
hallan en las ciudades
Agitación y confusión
—No es la voluntad de Dios que su pue-
blo se establezca en las ciudades, donde todo es agitación y con-
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