Página 142 - El Hogar Cristiano (2007)

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El Hogar Cristiano
y producen enfermedades de todas clases. Pero el mal no termina
allí. Los padres legan enfermedades a sus hijos. Por lo general,
todo hombre intemperante que engendra hijos les transmite sus
inclinaciones y malas tendencias, así como la enfermedad de su
propia sangre inflamada y corrompida. El libertinaje, la enfermedad
y la idiotez se traspasan como herencia miserable de padre a hijo y
de generación a generación; y esto produce angustia y sufrimiento en
el mundo, pues viene a ser una repetición de la caída del hombre....
Sin embargo, sin reflexionar ni preocuparse por ello, los hombres
y las mujeres de la generación actual se entregan a la intemperancia
al cometer excesos en el comer y emborracharse, y por ello dejan
a la siguiente generación un legado de enfermedades, intelectos
debilitados y una moralidad contaminada
Motivos por redoblar la comprensión y paciencia
—Los pa-
dres y las madres pueden estudiar su propio carácter en sus hijos. A
menudo pueden leer lecciones humillantes cuando ven sus propias
imperfecciones reproducidas en sus hijos e hijas. Mientras procuran
reprimir y corregir en sus hijos las tendencias hereditarias al mal,
los padres deben pedir la ayuda de una doble dosis de paciencia,
perseverancia y amor
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Cuando un hijo revela los rasgos malos que heredó de sus padres,
¿deben éstos airarse por esta reproducción de sus propios defectos?
De ninguna manera. Ejerzan los padres una vigilancia cuidadosa
sobre sí mismos, precaviéndose contra toda tosquedad y rudeza, no
sea que estos defectos se vuelvan a ver en sus hijos
Manifestad la mansedumbre y amabilidad de Cristo al tratar con
los pequeñuelos rebeldes. Tened siempre presente que recibieron su
perversidad como herencia de su padre o de su madre. Tened por
tanto paciencia con los niños que heredaron vuestros propios rasgos
de carácter
Los padres deben confiar implícitamente en el poder de Cristo
para transformar las tendencias al mal que fueron transmitidas a sus
hijos
Tened paciencia, padres y madres. Con frecuencia, vuestra ne-
gligencia pasada dificultará vuestra obra; pero Dios os dará fuerza si
queréis confiar en él. Obrad sabia y tiernamente con vuestros hijos
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