266
El Hogar Cristiano
límites de la Canaán celestial. Empleará hasta lo sumo sus poderes
para entrampar almas y hacer caer en lo que respecta a sus puntos
más débiles a los que profesan ser hijos de Dios. Satanás ha resuelto
destruir por sus tentaciones y contaminar por la licencia las almas
de quienes no hayan sujetado las pasiones inferiores a las facultades
superiores de su ser, a los que dejaron correr sus pensamientos por el
canal de la satisfacción carnal de las pasiones más bajas. No apunta
especialmente a los blancos menos importantes, sino que se vale
de sus engaños mediante personas a quienes puede alistar como
agentes suyos para inducir a los hombres a permitirse libertades que
la ley de Dios condena. Sabiendo que quien transgrede en un punto
es culpado de todos, y él, Satanás, domina así todo el ser, ataca a
quienes ocupan puestos de responsabilidad, a los que enseñan lo
exigido por la ley de Dios, a aquellos de cuya boca rebosan los
argumentos para vindicar dicha ley, y dirigiendo contra ellos sus
poderes infernales, pone sus agentes a trabajar para hacer caer a esos
hombres en los puntos débiles de su carácter. La ruina abarca la
mente, el alma y el cuerpo. Si se trata de quien fué mensajero de la
justicia, poseedor de mucha luz, o si el Señor lo usó como obrero
especial en la causa de la verdad, entonces ¡cuán grande es el triunfo
de Satanás! ¡Cómo se regocija él! ¡Cuánto deshonor para Dios
La inmoralidad prevalece hoy
—Se me ha presentado un ho-
rrible cuadro de la condición del mundo. La inmoralidad cunde por
[297]
doquiera. La disolución es el pecado característico de esta era. Nun-
ca alzó el vicio su deforme cabeza con tanta osadía como ahora. La
gente parece aturdida, y los amantes de la virtud y de la verdadera
bondad casi se desalientan por esta osadía, fuerza y predominio del
vicio. La iniquidad prevaleciente no es del dominio exclusivo del
incrédulo y burlador. Ojalá fuese tal el caso; pero no sucede así.
Muchos hombres y mujeres que profesan la religión de Cristo son
culpables. Aun los que profesan esperar su aparición no están más
preparados para ese suceso que Satanás mismo. No se están lim-
piando de toda contaminación. Han servido durante tanto tiempo a
su concupiscencia, que sus pensamientos son, por naturaleza, impu-
ros y sus imaginaciones, corruptas. Es tan imposible lograr que sus
mentes se espacien en cosas puras y santas como lo sería desviar el
curso del Niágara y hacer que sus aguas remontasen las cataratas.
... Cada cristiano tendrá que aprender a refrenar sus pasiones y a