Normas morales
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guiarse por los buenos principios. A menos que lo haga, es indigno
del nombre de cristiano
Prevalece un sentimentalismo amoroso enfermizo. Hombres ca-
sados reciben atenciones de mujeres casadas o solteras, que parecen
hechizadas y pierden la razón, el discernimiento espiritual y el buen
sentido; hacen aquello mismo que la Palabra de Dios condena, así
como lo condenan los testimonios del Espíritu de Dios. Les son pre-
sentados claros reproches y amonestaciones, y sin embargo recorren
la misma senda que otros han recorrido antes que ellos. Parecerían
participar en un juego que los llena de infatuación. Satanás los in-
duce a arruinarse, a poner en peligro la causa de Dios, a crucificar
nuevamente al Hijo de Dios y a avergonzarle públicamente
La ignorancia, el amor a los placeres y los hábitos pecaminosos,
que corrompen el alma, el cuerpo y el espíritu, llenan el mundo
de lepra moral; un mortífero paludismo moral está destruyendo a
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millares y a decenas de millares. ¿Qué debe hacerse para salvar a
nuestros jóvenes? Poco es lo que nosotros podemos hacer, pero Dios
vive y reina, y él puede hacer mucho
En contraste con el mundo
—Las libertades permitidas en esta
era de corrupción no deben modelar el criterio de quienes siguen
a Cristo. Las manifestaciones de familiaridad que se estilan hoy
no deben existir entre los cristianos que se preparan para la inmor-
talidad. Si la lascivia, la contaminación, el adulterio, los delitos y
el homicidio están a la orden del día entre los que no conocen la
verdad y se niegan a ser regidos por los principios de la Palabra de
Dios, ¡cuán importante resulta que les muestren un camino mejor
y más noble aquellos que profesan ser discípulos de Cristo y estar
estrechamente aliados con Dios y los ángeles! ¡Cuán importante
viene a ser que por su castidad y virtud se destaquen en contraste
con los que son dominados por brutales pasiones
Aumentan los peligros
—En esta era de degeneración se encon-
trarán muchos que están tan ciegos con respecto a la gravedad del
pecado que prefieren una vida licenciosa porque se aviene con la
inclinación perversa del corazón natural.
En vez de ponerse frente al espejo de la ley de Dios y elevar su
corazón y carácter a la altura de la norma divina, permiten que los
agentes de Satanás erijan la norma de éste en sus corazones. Los
hombres corrompidos piensan que interpretar mal las Escrituras para