Página 272 - El Hogar Cristiano (2007)

Basic HTML Version

268
El Hogar Cristiano
que éstas los apoyen en su iniquidad es más fácil que renunciar a su
corrupción y pecado, y ser puros en el corazón y la vida.
Los hombres de esta índole son más numerosos de lo que mu-
chos se han imaginado, y se irán multiplicando a medida que nos
acerquemos al fin del tiempo
Cuando el poder hechizador de Satanás domina a una persona,
ésta se olvida de Dios y ensalza al ser humano lleno de propósitos
corruptos. Esas almas engañadas practican como si fuese una vir-
[299]
tud la licencia secreta. Es una especie de brujería. ... Hay siempre
un poder hechizador en las herejías y la licencia. La mente queda
tan seducida que no puede razonar inteligentemente, y una ilusión
la desvía continuamente de la pureza. La percepción espiritual se
embota, y personas que hasta entonces se rigieron por principios
de alta moralidad quedan confundidas por sofismas engañadores
presentados por agentes de Satanás que profesan ser mensajeros de
luz.
Este engaño es lo que da poder a estos agentes. Si ellos se presen-
tasen audazmente e hiciesen abiertamente sus proposiciones, serían
rechazados sin un momento de vacilación; pero obran primero de
tal manera que inspiran simpatía y confianza como si fuesen santos
y abnegados hombres de Dios. Como sus mensajeros especiales,
empiezan entonces su artera obra de apartar las almas de la senda de
la rectitud, y procuran anular la ley de Dios
Hombres y mujeres deben conservar su lugar
—La mente de
un hombre o de una mujer no desciende en un momento de la pureza
y santidad a la depravación, corrupción y delincuencia. Se requiere
tiempo para transformar lo humano en algo divino, o para degradar
a los que fueron formados a la imagen de Dios al punto de comu-
nicarles características brutales o satánicas. Por la contemplación
nos transformamos. Aunque creado a la imagen de su Hacedor, el
hombre puede educar de tal manera su mente que el pecado que
antes le repugnara le resulte agradable. Al dejar de velar y orar, deja
de custodiar la ciudadela de su corazón, y participa en el pecado y
los delitos. El intelecto queda degradado, y es imposible elevarlo
de la corrupción mientras se le educa de un modo que esclavice sus
facultades morales e intelectuales y las sujete a las pasiones más
groseras. Debe reñirse una guerra constante contra el ánimo carnal;
y necesitamos que nos ayude la influencia refinadora de la gracia de