Página 336 - El Hogar Cristiano (2007)

Basic HTML Version

332
El Hogar Cristiano
Los pensamientos impuros llevan a actos impuros
—Esta es
una época en que la corrupción abunda por doquiera. La concu-
piscencia de los ojos y las pasiones corruptas se despiertan por la
contemplación y la lectura. El corazón se corrompe por la imagi-
nación. La mente se complace en la contemplación de escenas que
despiertan las pasiones más bajas. Estos cuadros viles, mirados con
una imaginación contaminada, corrompen la moralidad y preparan a
seres humanos engañados e infatuados para que den rienda suelta a
las pasiones concupiscentes. Luego siguen pecados y crímenes que
arrastran a seres creados a la imagen de Dios al nivel de las bestias
y los hunden al fin en la perdición
No miraré lo malo
—Los padres deben velar incesantemente a
fin de que sus hijos no se pierdan para Dios. Los votos de David,
registrados en el
Salmos 101
, deben ser los votos de todos los que
tienen la responsabilidad de custodiar las influencias del hogar. El
salmista declara: “No pondré delante de mis ojos cosa injusta: Abo-
rrezco la obra de los que se desvían: ninguno de ellos se allegará a
mí. Corazón perverso se apartará de mí; no conoceré al malvado.
Al que solapadamente infama a su prójimo, yo le cortaré; no sufriré
[372]
al de ojos altaneros, y de corazón vanidoso. Mis ojos pondré en los
fieles de la tierra, para que estén conmigo; el que anduviere en el
camino de la perfección, éste me servirá. No habitará dentro de mi
casa el que hace fraude: el que habla mentiras no se afirmará delante
de mis ojos.
Decid con firmeza: “No quiero perder un tiempo precioso le-
yendo lo que no me reportará ningún provecho y que sólo puede
impedirme ser útil a los demás. Quiero consagrar mi tiempo y mis
pensamientos a hacerme capaz de servir a Dios. Quiero apartar los
ojos de las cosas frívolas y culpables. Mis oídos pertenecen al Señor,
y no quiero escuchar los raciocinios sutiles del enemigo. Mi voz no
quedará, en ninguna manera, a la disposición de una voluntad que
no esté bajo la influencia del Espíritu de Dios. Mi cuerpo es templo
del Espíritu Santo y emplearé todas las facultades de mi ser para
perseguir un noble fin
[373]