Página 375 - El Hogar Cristiano (2007)

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Nuestras necesidades sociales
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ticas congenian con los suyos. El que prefiere la sociedad de los
ignorantes y viciosos a la de los sabios y buenos, demuestra que su
propio carácter es deficiente. Puede ser que al principio sus gustos
y hábitos sean completamente diferentes de los gustos y hábitos de
aquellos cuya compañía procura; pero a medida que trata con esta
clase, cambian sus pensamientos y sentimientos; sacrifica los buenos
principios, e insensible, aunque inevitablemente, desciende al nivel
de sus compañeros. Como un arroyo adquiere las propiedades del
suelo donde corre, los principios y hábitos de los jóvenes se tiñen
invariablemente del carácter de las compañías que tratan
Las tendencias naturales hacia abajo
—Si se pudiese persua-
dir a los jóvenes a asociarse con los puros, reflexivos y amables, el
efecto sería muy saludable. Si eligen compañeros que temen al Se-
ñor, su influencia los conducirá a la verdad, al deber y a la santidad.
Una vida verdaderamente cristiana es un poder para el bien. Pero
por otro lado, los que se asocian con hombres y mujeres de moral
dudosa, de costumbres y principios malos, no tardarán en andar en
la misma senda. El impulso de las tendencias del corazón natural
es hacia abajo. El que se asocia con los escépticos no tardará en
llegar a ser escéptico; el que elija la compañía de los viles, llegará
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seguramente a ser vil. El andar en el consejo de los impíos es el
primer paso en la senda que conduce al camino de los pecadores y a
sentarse con los escarnecedores
Entre los jóvenes del mundo, el amor a la sociedad y al placer
llega a ser una pasión absorbente. La gran finalidad de la vida pa-
rece ser ataviarse, conversar, satisfacer el apetito y las pasiones, y
sumirse en una ronda de disipación social. Dejados solos, se sienten
desgraciados. Su deseo principal es ser admirados y adulados, e
impresionar la sociedad; y cuando este deseo no se cumple, la vida
les parece insoportable
Los que aman la sociedad ceden con frecuencia a esta inclinación
hasta que ella llega a ser una pasión predominante. ... No pueden
soportar la lectura de la Biblia ni la contemplación de las cosas
celestiales. Se sienten miserables a menos que haya algo que los
excite. No tienen en sí el poder de ser felices, sino que dependen para
serlo de la compañía de otros jóvenes tan irreflexivos y temerarios
como ellos mismos. Dedican a la insensatez y a la disipación mental
las facultades que podrían aplicar a fines nobles