Capítulo 83—El señuelo del placer
El corazón natural lo procura
—La mente natural se inclina
hacia el placer y la complacencia propia. Es política de Satanás
fabricarlos en abundancia. El procura llenar la mente de los hombres
con un deseo de diversión mundanal, a fin de que no tengan tiempo
de hacerse la pregunta: ¿Cómo está mi alma? El amor a los placeres
es infeccioso. Entregada a él, la mente vuela de un punto a otro,
buscando siempre una diversión
Los placeres del mundo infatúan; y por sus goces momentáneos
muchos sacrifican la amistad del Cielo, así como la paz, el amor y
el gozo que ella otorga. Pero aquellos selectos objetos de deleite no
tardan en resultar desagradables y nada satisfactorios
Millones buscan diversiones
—En esta era del mundo existe un
afán de placeres que no tiene precedente. Por doquiera prevalecen
la disipación y una prodigalidad temeraria. Las muchedumbres an-
sían divertirse. El espíritu se vuelve trivial y frívolo porque no se
acostumbró a la meditación ni se disciplinó en el estudio. Un senti-
mentalismo ignorante es cosa corriente. Dios requiere de toda alma
que sea culta, refinada, elevada y ennoblecida; pero con demasiada
frecuencia toda realización valiosa queda descuidada en favor de la
ostentación de las modas y el placer superficial
Las diversiones excitantes de nuestro tiempo mantienen febriles
las mentes de hombres y mujeres, pero particularmente de los jó-
venes, y esto mina su vitalidad mucho más que todos sus estudios
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y trabajos físicos, además de tender a empequeñecer el intelecto y
corromper la moralidad
La juventud es llevada por la corriente general. Los que aprenden
a amar las diversiones, abren la puerta a un diluvio de tentaciones.
Se entregan a los placeres sociales y a la alegría irreflexiva. Pasan de
una forma de disipación a otra, hasta perder la capacidad y el deseo
de vivir de una manera útil. Las aspiraciones religiosas se enfrían;
la vida espiritual se debilita. Las más nobles facultades del alma, en
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