52
El Hogar Cristiano
Un hogar siempre con sombras
—El corazón anhela amor hu-
mano, pero este amor no es bastante fuerte, ni puro ni precioso para
reemplazar el amor de Jesús. Únicamente en su Salvador puede la
esposa hallar sabiduría, fuerza y gracia para hacer frente a los cui-
dados, responsabilidades y pesares de la vida. Ella debe hacer de
él su fuerza y guía. Dése la mujer a Cristo antes que darse a otro
amigo terrenal, y no forme ninguna relación que contraríe esto. Los
que quieren disfrutar verdadera felicidad deben tener la bendición
del cielo sobre todo lo que poseen, y sobre todo lo que hacen. Es
la desobediencia a Dios la que llena tantos corazones y hogares de
infortunio. Hermana mía, a menos que quiera tener un hogar del que
nunca se levanten las sombras, no se una con un enemigo de Dios
El razonamiento del cristiano
—¿Qué debe hacer todo creyente
cuando se encuentra en esa penosa situación que prueba la integridad
de los principios religiosos? Con firmeza digna de imitación debe
decir francamente: “Soy cristiano a conciencia. Creo que el séptimo
día de la semana es el día de reposo bíblico. Nuestra fe y principios
son tales que van en direcciones opuestas. No podemos ser felices
juntos, porque si yo sigo adelante para adquirir un conocimiento
más perfecto de la voluntad de Dios, llegaré a ser más diferente del
mundo y semejante a Cristo. Si Vd. continúa no viendo hermosura
en Cristo ni atractivos en la verdad, amará al mundo, al cual yo
no puedo amar, mientras yo amaré las cosas de Dios que Vd. no
puede amar. Las cosas espirituales se disciernen espiritualmente.
Sin discernimiento espiritual Vd. no podrá ver los derechos que
Dios tiene sobre mí, ni podrá comprender mis obligaciones hacia el
Maestro a quien sirvo; por lo tanto le parecerá que yo le descuido
por los deberes religiosos. Vd. no será feliz; sentirá celos por el
afecto que entrego a Dios; y yo igualmente me sentiré aislado por
mis creencias religiosas. Cuando sus opiniones cambien, cuando Vd.
[59]
responda a las exigencias de Dios y aprenda a amar a mi Salvador,
podremos reanudar nuestras relaciones.”
El creyente hace así por Cristo un sacrificio que su conciencia
aprueba, y demuestra que aprecia demasiado la vida eterna para
correr el riesgo de perderla. Siente que sería mejor permanecer
soltero que ligar sus intereses para toda la vida a una persona que
prefiere el mundo a Cristo, y que le apartaría de su cruz