Página 73 - El Hogar Cristiano (2007)

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La preparación doméstica
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El conocimiento del trabajo útil comunicará a su mente inquie-
ta y descontenta energía, eficiencia y una dignidad conveniente y
modesta, que impondrá respeto
Valor de la educación práctica para las jóvenes
—Muchos
que consideran necesario que un hijo sea educado para poder soste-
nerse en lo futuro parecen creer que es por completo optativo para
su hija el que se eduque o no para ser independiente y capaz de sos-
tenerse. Por lo general, en la escuela aprende poco de lo que puede
recibir uso práctico para ganar el pan cotidiano; y al no recibir en la
casa instrucción en los misterios de la cocina y de la vida doméstica,
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se cría totalmente inútil, como una carga para sus padres. ...
Una mujer a la cual se le enseñó a atenderse a sí misma está
también preparada para atender a otras personas. Nunca será una
carga en la familia o en la sociedad. Cuando la fortuna le sea desfa-
vorable, habrá en alguna parte lugar para ella, donde pueda ganarse
honradamente la vida y ayudar a quienes dependan de ella. Las mu-
jeres debieran prepararse para alguna ocupación en la cual puedan
ganarse la vida si fuere necesario. Pasando por alto otros empleos
honorables, toda joven debiera aprender a hacerse cargo de los asun-
tos domésticos del hogar, debiera ser cocinera, tenedora de libros,
costurera. Debiera entender todas las cosas que debe conocer una
dueña de casa, sea su familia rica o pobre. Luego, si llega a sufrir
reveses, está preparada para cualquier emergencia; se ve, en cierto
modo, independiente de las circunstancias
El conocimiento de los deberes domésticos es de incalculable
valor para toda mujer. Hay familias sin cuento cuya felicidad queda
arruinada por la ineficiencia de la esposa y madre. No es tan im-
portante que nuestras hijas aprendan pintura, trabajos de fantasía,
música, ni siquiera la “raíz cúbica,” o las figuras de la retórica, como
que aprendan a cortar, confeccionar y componer su propia ropa y
a preparar el alimento en forma saludable y apetitosa. Cuando una
niña tiene nueve o diez años de edad se debiera exigir de ella que
tome sobre sí una parte de los deberes domésticos permanentemente,
a medida que sea capaz, y se la debiera tener por responsable de la
manera en que la desempeña. Fué un padre sabio aquel que, cuando
le preguntaron lo que se proponía hacer con sus hijas respondió:
“Me propongo hacerlas aprendizas de su excelente madre a fin de