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Hijas De Dios
La visitación es una parte esencial del ministerio
—El pastor
H. ha vivido y predicado aquí [Adelaide, Australia], pero no ha
sido un buen pastor del rebaño. Le decía a las pobres ovejas que
prefería ser castigado con un látigo que tener que hacer visitación.
Ha descuidado la labor personal; por lo tanto el trabajo pastoral no
ha sido realizado ni en la iglesia ni en sus alrededores. Los diáconos
y ancianos de la iglesia han actuado sabia y juiciosamente para man-
tener la iglesia en orden. Hemos encontrado a la iglesia en mejores
condiciones que las que esperábamos encontrar. Fuimos gratamente
desilusionados. Sin embargo, mi corazón se entristece cuando pienso
en los años pasados, y lo que se podía haber hecho si el hombre a
quien se confió el rebaño hubiera sido un fiel mayordomo de Dios, y
hubiese trabajado por las almas como quien tenía que dar cuenta de
ellas. Si el predicador hubiera hecho el trabajo de pastor, un mayor
número de almas se estaría regocijando en la verdad.—
Manuscript
Releases 9:343-344 (1892)
.
El ejército del señor
Un ejército bien entrenado
—Los hombres y mujeres de la
iglesia no deben empequeñecer espiritualmente, sino fortalecerse,
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elevarse, ennoblecerse y prepararse para la más sagrada tarea que
alguna vez haya sido dada a los mortales. Es el propósito del Señor
tener un ejército bien entrenado, listo a entrar en acción en el mo-
mento en que se lo llame. Este ejército estará formado por hombres
y mujeres bien disciplinados, dispuestos a actuar bajo las órdenes de
influencias que los prepararán para el servicio.—
The Review and
Herald, 2 de junio de 1903
.
Hombres y mujeres que se animan unos a otros a servir
—
Se necesita una gran reforma en nuestras filas. Los ministros que
reciben un sueldo de la Asociación debieran preguntarse: “¿Soy un
obrero fiel? ¿Soy una ayuda espiritual para la iglesia?” Hay algunos
que demandan sueldos más altos por su trabajo, y sin embargo traen
pocas almas que se mantengan firmes a los principios de la verdad.
Ha llegado el tiempo en que nuestros ministros deben humillar sus
corazones ante el Señor, y salir a dar un testimonio convincente
a la gente. Ha llegado el tiempo de trabajar fervorosamente para
acrecentar la feligresía de la iglesia, y para llevar a la gente a una