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Hijas De Dios
e intencionada el uno al otro. Debido a que no habéis estado bajo el
control de Dios, vuestros caracteres son imperfectos, y la manera de
actuar entre vosotros no ha sido sabia.
Os ruego que os sujetéis al control de Dios. Cuando estéis tenta-
dos a hablar provocadoramente, refrenáos de hacerlo. Seréis tentados
en este punto, porque nunca habéis vencido este objetable rasgo del
carácter. Pero cada hábito equivocado debe ser vencido. Rendíos
a Dios, caed sobre la Roca y quebrantáos. Como esposos, debéis
disciplinaros; id a Cristo por ayuda, y él os suplirá gratuitamente
de su gracia y simpatía divinas. Aquel que por treinta años fue un
hijo fiel y trabajó en la carpintería de su padre para compartir las
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cargas de la empresa de la familia, les dará a sus seguidores fuerza y
fidelidad para compartir las cargas de la vida hogareña.
Mi hermana, Cristo le ha dado la sagrada tarea de enseñar a sus
hijos sus mandamientos; para estar capacitada para hacerlo, usted
misma debe vivir en obediencia a esos preceptos. Cultive el hábito
de cuidar sus palabras y acciones; especialmente cuide sus palabras.
Controle su temperamento, porque si se manifiesta la impaciencia, le
ayudará al adversario a transformar su casa en un lugar desagradable
y no placentero para los niños.
Todos somos propiedad de Jesús; el dio su vida por rescate para
redimirnos. Mediante ese don, cada familia—incluyendo el padre, la
madre y los hijos—puede ser salva. Mi hermana, ¿no pondrá el poder
de su voluntad bajo el control de Dios con el objeto de ayudar a sus
hijos? En el nombre de Dios, le pido hacer todo esfuerzo posible,
con la ayuda de su esposo, para salvar a sus hijos.
Sobre cada uno de vosotros como padres descansa la responsa-
bilidad de cuidar cada palabra y cada acción, a fin de que vuestra
conducta no rebaje la estima de vuestros hijos por vosotros. Traed al
hogar toda la alegría, el consuelo y el gozo que os sea posible traer.
Mis queridos hermanos Nelson, arrepentíos delante de Dios por
vuestra conducta pasada, llegad a un acuerdo y reuníos otra vez
como esposos. Dejad atrás la desagradable e infeliz experiencia de
vuestra vida pasada. Cerrad las ventanas del alma que dan hacia
la tierra y abridlas hacia el cielo. Si vuestras voces se elevan en
oración al cielo pidiendo luz, el Señor Jesús, que es la luz y la vida,
la paz y el gozo, escuchará vuestro clamor. El Sol de justicia brillará
en las cámaras de vuestra mente, iluminando el alma. Si le dáis la