Página 190 - Hijas De Dios (1999)

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Hijas De Dios
para encontrar felicidad, y las mujeres no desfallecerían por falta de
amor, ni perderían el ánimo ni la dignidad para convertirse en inváli-
das de por vida. Se nos ha concedido sólo una existencia, y mediante
cuidados, trabajo y dominio propio se la puede hacer soportable,
placentera y hasta feliz.—
Cada Día con Dios, 333 (1872)
.
La bondad hace el hogar placentero
—Los padres pueden
alentar los esfuerzos de sus hijos al hablarles con ternura y ala-
barlos cuando tratan de hacer lo correcto. Esto rodeará a la familia
con un círculo encantador, que quitará cualquier sombra de obscuri-
dad y traerá una luz de alegría sobre ella. La ternura y la paciencia
mutuamente brindadas harán del hogar un paraíso y atraerán los
santos ángeles al círculo del hogar. Pero éstos se apartarán de una
casa en la que se escuchan palabras desagradables, luchas e irrita-
ción. La ira, las quejas y la falta de bondad, apartan a Jesús de esa
morada.—
The Signs of the Times, 17 de abril de 1884
.
La hospitalidad en el hogar
Un llamado a ser más hospitalarios
—Aun entre los que pro-
fesan ser cristianos se ejercita poco la verdadera hospitalidad. Entre
nuestro propio pueblo la oportunidad de manifestar hospitalidad no
es considerada como debiera serlo: como un privilegio y una bendi-
ción. Es en absoluto demasiado escasa la sociabilidad y disposición
para hacer lugar para dos o tres más en la mesa de la familia, sin
molestia u ostentación. Algunos alegan que “es demasiado traba-
jo”. No resultaría así si dijéramos: “No hemos hecho preparativos
especiales, pero le ofrecemos gustosos lo que tenemos”. El huésped
inesperado aprecia una bienvenida tal mucho más que una prepara-
ción elaborada.—
Joyas de los Testimonios 2:570 (1900)
.
Listos para huéspedes inesperados
—Algunas madres de fa-
milia escatiman la comida en la mesa para poder obsequiar opípara-
mente a sus visitas. Esto es desacertado. Al agasajar a los huéspedes
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se debiera proceder con más sencillez. Atiéndase primero a las
necesidades de la familia.
Una economía doméstica imprudente y las costumbres artifi-
ciales hacen muchas veces imposible que se ejerza la hospitalidad
donde sería necesaria y beneficiosa. La provisión regular de alimen-
to para nuestra mesa debe ser tal que se pueda convidar al hués-