Página 194 - Hijas De Dios (1999)

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Hijas De Dios
La fuente de fortaleza para la madre
En Dios está la fuerza
—Si la mujer mira hacia Dios para en-
contrar fuerza y consuelo, y realiza sus deberes diarios en el temor
de Dios, ganará el respeto y la confianza de su esposo, y verá a sus
hijos llegar a la madurez como hombres y mujeres honorables, que
tienen la fuerza moral para hacer lo que es correcto. Sin embar-
go, aquellas madres que descuidan las oportunidades presentes y
permiten que sus cargas y deberes recaigan sobre otros, tarde com-
prenderán que aún son responsables, y cosecharán con amargura lo
que sembraron con descuido y negligencia. En esta vida no se juega
al azar; la cosecha estará determinada por la clase de semilla que se
ha sembrado.—
The Signs of the Times, 9 de septiembre de 1886
.
Jesús, el mejor amigo de las madres
—Si las madres fueran
a Jesús más frecuentemente, y si confiaran en él más plenamente,
sus cargas se aliviarían y encontrarían descanso. Cristo conoce las
cargas de cada madre; es su mejor amigo en cada emergencia. Su
poderoso brazo la sostiene. El Salvador, cuya madre luchó con la
pobreza y las privaciones, simpatiza con cada madre en su tarea y
escucha sus fervientes oraciones. Ese Salvador que hizo un largo
recorrido para aliviar el ansioso corazón de una mujer cananea, hará
lo mismo con cada madre de hoy. Aquel que devolvió su único hijo
a la viuda de Naín cuando lo llevaban a sepultarlo, es también hoy
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conmovido por el clamor de una madre enlutada. Quien lloró ante
la sepultura de Lázaro; quien perdonó a María Magdalena; quien
en la cruz recordó las necesidades de su madre y en la resurrección
apareció a las mujeres que lloraban y las hizo sus mensajeras, es
también el mejor amigo de la mujer de hoy; está listo para ayudarla
si ella confía en él.—
The Signs of the Times, 20 de agosto de 1902
.
Sabios consejos a dos jovencitas
Ada y May Walling eran sobrinas nietas de Elena G. de White.
Vivían en su hogar, y ella era como una madre para estas jovencitas.
Las aconsejaba y cuidaba como si fuesen sus propias hijas. Las niñas
tenían cerca de doce y quince años cuando esta carta fue escrita.
Queridas hijas Ada y May: Tengo unos pocos momentos libres
esta mañana y quiero escribirles unas pocas palabras de consejo.