Página 271 - Hijas De Dios (1999)

Basic HTML Version

Cartas de Elena G. de White referidas a las condiciones de su esposo
267
Deseo que mi yo se esconda en Jesús. Deseo que mi yo sea cruci-
ficado. No reclamo para mí la infalibilidad, ni siquiera la perfección
de un carácter cristiano. No estoy libre de errores y defectos en mi
vida. Si hubiera seguido al Salvador más de cerca, no tendría que
lamentar mi falta de semejanza a su querida imagen.
El tiempo es corto; muy corto. Y la vida es incierta. No podemos
saber cuándo terminará el tiempo de gracia. Si caminamos humil-
demente ante el Señor, nos permitirá finalizar nuestras labores con
gozo. No habrá nuevamente una línea o una expresión en mis cartas
que pueda causarte dolor. Nuevamente, perdóname por cada acción
o palabra que te ha entristecido.
He estado pidiendo fervorosamente a Dios que me ilumine para
saber si debo viajar al este, y he decidido que mi trabajo está aquí,
para escribir y hacer las cosas que el Espíritu de Dios me ordene.
Estoy buscando fervorosamente la vida eterna. Mary y yo trabajamos
tan fuerte como podemos; Dios en su providencia me ha dado esta
obra y no me animo a dejarla. Vamos a orar para que el Señor
pueda sostenerte, pero personalmente no veo luz en viajar hacia el
este.—
Manuscript Releases 20:23 (1876)
.
[
Aparentemente, pocos días después Elena G. de White cambió
de opinión. Viajó al este y acompañó a su esposo en todos los
congresos que se realizaron en el verano de 1876. En total visitaron
catorce congresos y trabajaron en perfecta armonía. Regresaron
a Battle Creek para completar el trabajo para la publicación del
segundo tomo del libro
Spirit of Prophecy,
y volvieron a California
para continuar trabajando juntos
.]
Jaime White se recobra de otro derrame
—Nuestro congreso
finalizó y estamos todos de vuelta en el hogar. Papá soportó el
congreso mejor de lo que se podía esperar. Se está recuperando muy
lentamente, pues no come lo suficiente para sostener sus fuerzas.
[294]
Hemos tenido preciosos momentos de oración en su favor y nuestra
fe está siendo probada; pero no estamos desanimados.
Me siento mejor que esta vez haya sido un ataque de parálisis.
Está muy quieto, paciente, tierno y bondadoso. Sus cuidados depen-
den mayormente de mí, ya que cuando me siento a su lado parece
sentirse descansado. Pero nuestra fe está reclamando las promesas
de Dios en su favor para una completa recuperación, y creemos que