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Hijas De Dios
y Aarón en los afectos del pueblo y los honores otorgados por el
Cielo. Pero el mismo mal que causó la primera discordia en el
cielo, brotó en el corazón de esta mujer de Israel, y no faltó quien
simpatizara con ella en su desafecto...
Dios había escogido a Moisés y le había investido de su Espíritu;
y por su murmuración María y Aarón se habían hecho culpables
de deslealtad, no sólo hacia el que fuera designado como su jefe
sino también hacia Dios mismo. Los murmuradores sediciosos fue-
ron convocados al tabernáculo y traídos cara a cara con Moisés.
“Entonces Jehová descendió en la columna de la nube, y se puso
a la puerta del tabernáculo, y llamó a Aarón y a María”.
Números
12:5
. No negaron sus aseveraciones acerca de las manifestaciones
del don de profecía por su intermedio; Dios podía haberles habla-
do en visiones y sueños. Pero a Moisés, a quien el Señor mismo
declaró “fiel en toda mi casa”, se le había otorgado una comunión
más estrecha. Con él Dios hablaba “boca a boca”. “¿Por qué, pues,
no tuvisteis temor de hablar contra mi siervo Moisés? Entonces la
ira de Jehová se encendió contra ellos; y se fue”.
Vers. 8
. La nube
desapareció del tabernáculo como señal del desagrado de Dios, y
María fue castigada. Quedó “leprosa como la nieve”. A Aarón se le
perdonó el castigo, pero el de María fue una severa reprensión para
él. Entonces, humillado hasta el polvo el orgullo de ambos, Aarón
confesó el pecado que habían cometido e imploró al Señor que no
dejara perecer a su hermana por aquel azote repugnante y fatal. En
respuesta a las oraciones de Moisés, se limpió la lepra a María. Sin
embargo, ella fue excluida del campo durante siete días. Tan sólo
cuando quedó desterrada del campamento volvió el símbolo del
favor de Dios a posarse sobre el tabernáculo. En consideración a
su elevada posición, y en señal de pesar por el golpe que ella había
recibido, todo el pueblo permaneció en Haseroth, en espera de su
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regreso.
Esta manifestación del desagrado del Señor tenía por objeto
advertir a todo Israel que pusiera coto al creciente espíritu de des-
contento y de insubordinación. Si el descontento y la envidia de
María no hubiesen recibido una señalada reprensión, habrían resulta-
do en grandes males. La envidia es una de las peores características
satánicas que puedan existir en el corazón humano, y es una de las
más funestas en sus consecuencias... Fue la envidia la que causó