Página 34 - Hijas De Dios (1999)

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Hijas De Dios
había desdeñado uno de los requerimientos de Dios, y cediendo a
la persuasión de su esposa, había dejado de cumplir el rito de la
circuncisión en su hijo menor. No había cumplido con la condición
que podía dar a su hijo el derecho a recibir las bendiciones del pacto
de Dios con Israel, y tal descuido de parte del jefe elegido no podía
menos que menoscabar ante el pueblo la fuerza de los preceptos
divinos. Séfora, temiendo que su esposo fuese muerto, realizó ella
misma el rito, y entonces el ángel permitió a Moisés continuar la
marcha. En su misión ante Faraón, Moisés iba a exponerse a un gran
peligro; su vida podría conservarse sólo mediante la protección de
los santos ángeles. Pero no estaría seguro mientras tuviera un deber
conocido sin cumplir, pues los ángeles de Dios no podrían escudarle.
En el tiempo de la angustia que vendrá inmediatamente antes de
la venida de Cristo, los justos serán resguardados por el ministerio
de los santos ángeles; pero no habrá seguridad para el transgresor de
la ley de Dios. Los ángeles no podrán entonces proteger a los que
estén menospreciando uno de los preceptos divinos.—
Historia de
los Patriarcas y Profetas, 261 (1890)
.
Rahab
Este capítulo está basado en Josué 2-6; Hebreos 11.
Rahab era una prostituta que vivía en la muralla de Jericó. Encu-
brió a los dos espías israelitas enviados a reconocer las defensas de
esa ciudad. Debido a su bondad para con ellos, y su profesión de fe
en el Dios verdadero, los espías prometieron salvar su vida y la de
su familia cuando se produjese el ataque a Jericó. En la genealogía
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de Jesús registrada en
Mateo 1:1-16
, se presenta a Rahab entre sus
ascendientes.
A pocas millas más allá del río, exactamente frente al sitio donde
los israelitas estaban acampados, se hallaba la grande y muy forti-
ficada ciudad de Jericó. Era virtualmente la llave de todo el país, y
representaba un obstáculo formidable para el éxito de Israel. Josué
envió, por lo tanto, a dos jóvenes como espías para que visitaran
la ciudad, y para que averiguaran algo acerca de su población, sus
recursos, y la solidez de sus fortificaciones. Los habitantes de la
ciudad, aterrorizados y suspicaces, se mantenían en constante alerta