Página 46 - Hijas De Dios (1999)

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Hijas De Dios
Dios, la joven judía Ester, quien temía al Altísimo, había sido hecha
reina de los dominios medo-persas. Mardoqueo era pariente cercano
de ella. En su necesidad extrema, decidió apelar a Jerjes en favor
de su pueblo. Ester iba a presentarse a él como intercesora. Dijo
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Mardoqueo: “¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?”
(4:14).
La crisis que arrostró Ester exigía presta y fervorosa acción;
pero tanto ella como Mardoqueo se daban cuenta de que a menos
que Dios obrase poderosamente en su favor, de nada valdrían sus
esfuerzos. De manera que Ester tomó tiempo para comulgar con
Dios, fuente de su fuerza. Indicó a Mardoqueo: “Vé y reúne a todos
los judíos que se hallan en Susa, y ayunad por mí, y no comáis
ni bebáis en tres días, noche y día; yo también con mis doncellas
ayunaré igualmente, y entonces entraré a ver al rey, aunque no sea
conforme a la ley; y si perezco, que perezca” (4:16).
Los acontecimientos que se produjeron en rápida sucesión: la
aparición de Ester ante el rey, el señalado favor que le manifestó, los
banquetes del rey y la reina con Amán como único huésped, el sueño
perturbado del rey, los honores tributados en público a Mardoqueo
y la humillación y caída de Amán al ser descubierta su perversa
maquinación, son todas partes de una historia conocida. Dios obró
admirablemente en favor de su pueblo penitente; y un contradecreto
promulgado por el rey, para permitir a los judíos que pelearan por su
vida, se comunicó rápidamente a todas partes del reino por correos
montados, que “salieron a toda prisa por la orden del rey... Y en cada
provincia y en cada ciudad donde llegó el mandamiento del rey, los
judíos tuvieron alegría y gozo, banquete y día de placer. Y muchos
de entre los pueblos de la tierra se hacían judíos, porque el temor
de los judíos había caído sobre ellos” (8:14, 17).—
La Historia de
Profetas y Reyes, 440-443
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