Página 49 - Hijas De Dios (1999)

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Mujeres notables del Nuevo Testamento
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de su ofrenda, porque el Señor mira la voluntad del corazón. Su
amor la transformó en una dulce ofrenda. De la misma manera, Dios
aceptará nuestra ofrenda aunque sea pequeña, si es todo lo que con
amor podemos ofrecerle.—
The Review and Herald, 9 de diciembre
de 1890
.
El sacerdote cumplió la ceremonia oficial. Tomó al niño en sus
brazos, y le sostuvo delante del altar. Después de devolverlo a su
madre, inscribió el nombre “Jesús” en el rollo de los primogénitos.
No sospechó, al tener al niñito en sus brazos, que se trataba de
la Majestad del Cielo, el Rey de Gloria. No pensó que ese niño
era Aquel de quien Moisés escribiera: “El Señor vuestro Dios os
levantará profeta de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis
en todas las cosas que os hable”.
Hechos 3:22
. No pensó que ese
niño era Aquel cuya gloria Moisés había pedido ver. Pero el que
estaba en los brazos del sacerdote era mayor que Moisés; y cuando
dicho sacerdote registró el nombre del niño, registró el nombre del
que era el fundamento de toda la economía judaica...
María esperaba el reinado del Mesías en el trono de David, pero
no veía el bautismo de sufrimiento por cuyo medio debía ganarlo.
Simeón reveló el hecho de que el Mesías no iba a encontrar una
senda expedita por el mundo. En las palabras dirigidas a María:
“Una espada traspasará tu misma alma” (
Lucas 2:35
), Dios, en su
misericordia, dio a conocer a la madre de Jesús la angustia que por
él ya había empezado a sufrir.—
El Deseado de Todas las Gentes,
36-39 (1898)
.
El niño Jesús no recibió instrucción en las escuelas de las sina-
gogas. Su madre fue su primera maestra humana. De labios de ella
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y de los rollos de los profetas, aprendió las cosas celestiales. Las
mismas palabras que él había hablado a Israel por medio de Moisés,
le fueron enseñadas sobre las rodillas de su madre. Y al pasar de
la niñez a la adolescencia, no frecuentó las escuelas de los rabinos.
No necesitaba la instrucción que podía obtenerse de tales fuentes,
porque Dios era su instructor...
Entre los judíos, el año duodécimo era la línea de demarcación
entre la niñez y la adolescencia. Al cumplir ese año, el niño hebreo
era llamado hijo de la ley y también hijo de Dios. Se le daban
oportunidades especiales para instruirse en la religión, y se esperaba
que participase en sus fiestas y ritos sagrados. De acuerdo con esta