Página 50 - Hijas De Dios (1999)

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Hijas De Dios
costumbre, Jesús hizo en su niñez una visita de Pascua a Jerusalén.
Como todos los israelitas devotos, José y María subían cada año
para asistir a la Pascua; y cuando Jesús tuvo la edad requerida, le
llevaron consigo...
Por primera vez, el niño Jesús miraba el templo. Veía a los sacer-
dotes de albos vestidos cumplir su solemne ministerio. Contemplaba
la sangrante víctima sobre el altar del sacrificio. Juntamente con los
adoradores, se inclinaba en oración mientras que la nube de incienso
ascendía delante de Dios. Presenciaba los impresionantes ritos del
servicio pascual. Día tras día, veía más claramente su significado.
Todo acto parecía ligado con su propia vida. Se despertaban nue-
vos impulsos en él. Silencioso y absorto, parecía estar estudiando
un gran problema. El misterio de su misión se estaba revelando al
Salvador.
Arrobado en la contemplación de estas escenas, no permaneció
al lado de sus padres. Buscó la soledad. Cuando terminaron los
servicios pascuales, se demoró en los atrios del templo; y cuando
los adoradores salieron de Jerusalén, él fue dejado atrás.
En esta visita a Jerusalén, los padres de Jesús desearon ponerle
en relación con los grandes maestros de Israel... una dependencia
del templo servía de local para una escuela sagrada, semejante a las
escuelas de los profetas. Allí rabinos eminentes se reunían con sus
alumnos, y allí se dirigió el niño Jesús. Sentándose a los pies de
aquellos hombres graves y sabios, escuchaba sus enseñanzas.—
El
Deseado de Todas las Gentes, 50-58 (1898)
.
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Aquellos hombres sabios se sorprendieron de las preguntas que
el niño Jesús les hacía. Querían animarlo en el estudio de la Biblia
y a la vez querían saber cuánto conocía de las profecías; por eso
le hicieron tantas preguntas. Y tanto ellos como sus padres se sor-
prendieron de sus respuestas. Durante una pausa, María, la madre
de Jesús, se acercó a su hijo y le preguntó: “Hijo, ¿por qué nos has
hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia”.
Entonces, una divina luz se reflejó en el rostro de Jesús, y levantando
su mano, dijo: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los ne-
gocios de mi Padre me es necesario estar? Mas ellos no entendieron
las palabras que les habló”.
Lucas 2:48-50
. Aunque no entendieron
el significado de sus palabras, sabían que era un buen hijo y que
estaría sujeto a sus mandatos. Aunque era el Hijo de Dios, “volvió a