Página 53 - Hijas De Dios (1999)

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Mujeres notables del Nuevo Testamento
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daba evidencia de su elevada misión. Le acompañaba un grupo de
jóvenes, cuyos ojos le seguían con reverencia, y quienes le llamaban
Maestro. Estos compañeros relataron a María las maravillas que
habían presenciado, no sólo en su bautismo, sino en numerosas
ocasiones, y concluyeron diciendo: “Hemos hallado a aquel de quien
escribió Moisés en la ley, así como en los profetas”.
Juan 1:45
.—
The
Spirit of Prophecy 2:100 (1877)
.
María había oído hablar de la manifestación hecha a orillas del
Jordán, en ocasión de su bautismo. Las noticias habían sido llevadas
a Nazaret, y le habían hecho recordar las escenas que durante tantos
años había guardado en su corazón. En común con todo Israel, María
quedó profundamente conmovida por la misión de Juan el Bautista.
Bien recordaba ella la profecía hecha en ocasión de su nacimiento.
Ahora la relación que había tenido con Jesús volvía a encender sus
esperanzas. Pero también le habían llegado noticias de la partida
misteriosa de Jesús al desierto, y le habían oprimido presentimientos
angustiosos...
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Al reunirse los convidados, muchos parecían preocupados por
un asunto de interés absorbente. Una agitación reprimida parecía
dominar a la compañía. Pequeños grupos conversaban en voz baja,
pero con animación, y miradas de admiración se dirigían hacia el
Hijo de María. Al oír María el testimonio de los discípulos acerca
de Jesús, la alegró la seguridad de que las esperanzas que alimentara
durante tanto tiempo no eran vanas. Sin embargo, ella habría sido
más que humana si no se hubiese mezclado con su santo gozo un
vestigio del orgullo natural de una madre amante. Al ver como las
miradas se dirigían a Jesús, ella anheló verle probar a todos que era
realmente el honrado de Dios. Esperaba que hubiese oportunidad de
realizar un milagro delante de todos...
Pero aunque María no tenía una concepción correcta de la misión
de Cristo, confiaba implícitamente en él. Y Jesús respondió a esta fe.
El primer milagro fue realizado para honrar la confianza de María y
fortalecer la fe de los discípulos. Estos iban a encontrar muchas y
grandes tentaciones a dudar. Para ellos las profecías habían indicado,
fuera de toda controversia, que Jesús era el Mesías. Esperaban que
los dirigentes religiosos le recibiesen con una confianza aun mayor
que la suya. Declaraban entre la gente las obras maravillosas de
Cristo y su propia confianza en la misión de él, pero se quedaron