Página 91 - Hijas De Dios (1999)

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La mujer en la enseñanza
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practicando la verdad tal como es en Jesús. Tanto los maestros como
los estudiantes debieran aprender a realizar esta obra...
Los maestros deben acudir a la fuente más profunda e importante
de poder moral y espiritual; deben pedir al Señor tener la mente de
Cristo. Entonces, cada caso que necesite simpatía y ayuda, tanto físi-
ca como espiritual, recibirá su atención. El gran Maestro cooperará
con todos los esfuerzos que se realicen para ayudar a la humanidad
sufriente. Enséñese a los estudiantes a hacer una aplicación práctica
de las lecciones que han recibido. Cuando sean testigos de la miseria
humana y de la profunda pobreza de aquellos a quienes buscan ayu-
dar, serán movidos a compasión. Sus corazones serán subyugados
y enternecidos por los principios profundos y santos de la Palabra
de Dios. El gran Médico está listo a cooperar en beneficio de los
sufrientes dando salud al cuerpo y luz y restauración al alma.
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Debemos darle al Señor la posibilidad de realizar su trabajo; su
gran trabajo por el alma. Cristo es nuestra suficiencia, y cada uno de
nosotros debe entender cómo la Palabra de Dios se puede cumplir
en nosotros. Cristo estaba en el mundo; ahora estamos nosotros. Si
en este mundo reflejamos la imagen de Cristo en nosotros, también
la reflejaremos en el cielo. Si en este mundo no nos parecemos
a él, tampoco él nos reconocerá como suyos cuando venga en su
gloria y todos los santos ángeles con él. Como maestros, tenemos la
obligación ante Dios de enseñar a nuestros estudiantes a realizar obra
médica misionera. Aquellos que hagan esta obra, tendrán muchas
oportunidades de sembrar exitosamente la simiente de la verdad. El
corazón que está lleno de gratitud a Dios puede orar: “Enséñame,
oh Jehová, tu camino, y guíame por senda de rectitud a causa de
mis enemigos” (
Salmos 27:11
), mas bien, por causa de los que me
observan.—
Manuscrito 70, 1898
.
Sara Peck es llamada a enseñar
Sara Peck fue una de las asistentes más capaces que tuvo Elena
de White. Antes de llegar a ser su secretaria, Sara había enseñado en
la escuela del Sanatorio en California. Tenía la reputación de ser una
“excelente maestra”. Después de servir por algún tiempo con los
ayudantes de la Sra. de White en Elmshaven, fue invitada a enseñar