Página 101 - La Historia de la Redenci

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Se manifiesta el poder de Dios
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de ella. Envió después sobre Egipto una plaga de granizo mezclado
con fuego, relámpagos y truenos. Las plagas eran anunciadas de
antemano para que nadie pudiera decir que se habían producido por
casualidad. El Señor demostró a los egipcios que toda la tierra estaba
a las órdenes del Dios de los hebreos: que el trueno, el granizo y la
tormenta obedecían su voz. Faraón, el orgulloso rey que preguntó
en cierta ocasión: “¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz?”
se humilló y dijo: “He pecado esta vez; Jehová es justo, y yo y mi
pueblo impíos”. Suplicó a Moisés que intercediera ante Dios por él,
para que cesaran los terribles truenos y relámpagos.
El Señor envió a continuación una terrible plaga de langostas. El
rey decidió que cayeran las plagas en vez de someterse a Dios. Sin
remordimiento vio que su reino se abatía bajo el milagro de estos
tremendos juicios. Dios envió entonces tinieblas sobre Egipto. La
gente no sólo carecía de luz; la atmósfera, además, estaba enrarecida,
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de manera que resultaba difícil respirar, pero los hebreos gozaban
de una atmósfera límpida y de luz en todas sus moradas.
Dios envió otra terrible plaga sobre Egipto, más tremenda que
todas las anteriores. El rey y sus sacerdotes idólatras se oponían
al último requerimiento de Moisés. Quería que se permitiera a los
hebreos salir de Egipto. Moisés describió a Faraón y al pueblo de
Egipto, como asimismo a los israelitas, la naturaleza y el efecto de la
última plaga. Esa noche, tan terrible para los egipcios y tan gloriosa
para el pueblo de Dios, se instituyó el solemne rito de la pascua.
Era sumamente duro para el rey egipcio y para su pueblo orgu-
lloso e idólatra someterse a los requerimientos del Dios del cielo. El
rey de Egipto se demoró muchísimo en ceder. Cuando se veía suma-
mente afligido cedía un poco; pero cuando la aflicción desaparecía
trataba de negar todo lo que había prometido. Así cayeron sobre
Egipto una plaga tras otra, y él cedía sólo lo que se veía obligado
a ceder por causa de las terribles manifestaciones de la ira de Dios.
Persistió en su rebelión incluso cuando la nación egipcia se hallaba
en ruinas.
Moisés y Aarón describieron a Faraón la naturaleza de cada pla-
ga que sobrevendría si no quería dejar salir a Israel. Cada vez esas
plagas sobrevinieron exactamente como se las había predicho; no
obstante, el rey no quiso ceder. Al principio sólo quería darles per-
miso para ofrecer sacrificios a Dios en la tierra de Egipto. Después,