Página 100 - La Historia de la Redenci

Basic HTML Version

96
La Historia de la Redención
Moisés declaró a Faraón, después que éste ordenó que los israe-
litas hicieran ladrillos sin proporcionarles paja, que el Dios a quien
pretendía desconocer lo obligaría a someterse a sus requerimientos
y a aceptar su autoridad como gobernante supremo.
Las plagas
Los milagros de la vara que se convirtió en serpiente y del río
que se convirtió en sangre no conmovieron el duro corazón de
Faraón; por el contrario, sólo lograron que aumentara su odio por los
israelitas. Las artimañas de los magos lo indujeron a creer que estos
milagros se hacían por arte de magia, pero cuando desapareció la
plaga de las ranas tuvo abundante evidencia de que no era así. Dios
podría haberlas hecho desaparecer convirtiéndolas en polvo en un
instante, pero no lo hizo para que después que desaparecieran el rey
y los egipcios no dijeran que había sido obra de magia como la que
sus magos podían llevar a cabo. Las ranas murieron y tuvieron que
juntarlas en montones. Podían ver sus cuerpos muertos y verificar
que contaminaban la atmósfera. En este caso el rey y todo Egipto
tuvieron evidencias que su vana filosofía no pudo disipar, en el
sentido de que esta obra no era fruto de la magia, sino un juicio del
Dios del cielo.
Los magos no pudieron producir piojos. El Señor no permitió
ni siquiera que lograran una apariencia, para su propia vista y la de
los egipcios, de que podían producir la plaga de piojos. Quería que
[120]
Faraón no tuviera la menor excusa para justificar su incredulidad.
Obligó incluso a los magos mismos a declarar: “Dedo de Dios es
éste”.
La siguiente plaga fue un enjambre de moscas. No se trataba de
esas moscas inofensivas que suelen molestarnos en algunas épocas
del año, pues las que descendieron sobre Egipto eran grandes y
venenosas. Sus picaduras eran muy dolorosas tanto para los hombres
como para los animales. Dios separó a su pueblo de los egipcios y
no permitió que las moscas aparecieran por su territorio.
El Señor envió entonces una plaga dañina sobre el ganado, y
al mismo tiempo preservó los animales de los hebreos para que
ninguno de ellos muriera. A continuación vino una plaga de úlceras
sobre hombres y animales, y ni siquiera los magos pudieron librarse