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La Historia de la Redención
frecuentemente prueba su fe en cosas pequeñas; y no las soportan
mejor que los antiguos israelitas.
Muchos ven que son suplidas sus necesidades del momento, pero
no confían en el Señor para el futuro. Manifiestan incredulidad y
se entregan al abatimiento y el desánimo ante posibles necesidades.
Algunos se preocupan constantemente por el temor de pasar necesi-
dades y que sus hijos tengan que sufrir. Cuando surgen dificultades
o se ven en aprietos -cuando se somete a prueba su amor y su fe
en Dios- evitan la prueba y se quejan del procedimiento empleado
por Dios para purificarlos. Se verifica que su amor no es puro ni
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perfecto; no es capaz de soportar todas las cosas.
La fe de los hijos del Dios del cielo debería ser fuerte, activa y
perseverante: la certeza de lo que se espera. En ese caso se expresa-
rán de este modo: “Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi
ser su santo nombre”, porque ha obrado generosamente conmigo.
Algunos consideran que la abnegación es un verdadero sufri-
miento. Se complace el apetito pervertido. Y el dominio de las
apetencias malsanas induce incluso a muchos profesos cristianos a
retroceder, como si la inanición fuese la consecuencia directa de un
régimen alimentario sencillo. Y como los hijos de Israel prefieren la
esclavitud, la enfermedad y hasta la muerte, antes que verse priva-
dos de las ollas de carne. Pan y agua es todo lo que se promete al
remanente en el tiempo de angustia.
El maná
“Y cuando el rocío cesó de descender, he aquí sobre la faz del
desierto una cosa menuda, redonda, menuda como una escarcha
sobre la tierra. Y viéndolo los hijos de Israel, se dijeron unos a otros:
¿Qué es esto? Porque no sabían qué era. Entonces Moisés les dijo:
Es el pan que Jehová os da para comer. Esto es lo que Jehová ha
mandado: Recoged de él cada uno según lo que pudiere comer;
un gomer por cabeza, conforme al número de vuestras personas,
tomaréis cada uno para los que están en su tienda.
“Y los hijos de Israel lo hicieron así; y recogieron unos más,
otros menos; y lo medían por gomer, y no sobró al que había reco-
gido mucho, ni faltó al que había recogido poco; cada uno recogió
conforme a lo que había de comer. Y les dijo Moisés: Ninguno deje
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