Página 112 - La Historia de la Redenci

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La Historia de la Redención
dijo: ¿Por qué altercáis conmigo? ¿Por qué tentáis a Jehová? Así
que el pueblo tuvo allí sed, y murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Por
qué nos hiciste subir de Egipto para matarnos de sed a nosotros,
a nuestros hijos y a nuestros ganados? Entonces clamó Moisés a
Jehová diciendo: ¿Qué haré con este pueblo? De aquí a un poco me
apedrearán.
“Y Jehová dijo a Moisés: Pasa adelante del pueblo, y toma
contigo de los ancianos de Israel; y toma también en tu mano tu vara
con que golpeaste el río, y ve. He aquí que yo estaré delante de ti allí
sobre la peña en Oreb; y golpearás la peña, y saldrán de ella aguas, y
beberá el pueblo. Y Moisés lo hizo así en presencia de los ancianos
de Israel. Y llamó el nombre de aquel lugar Masah y Meriba, por la
rencilla de los hijos de Israel, y porque tentaron a Jehová, diciendo:
¿Está, pues, Jehová entre nosotros, o no?”.
Dios guió a los hijos de Israel para que acamparan en ese lugar,
donde no había agua, para probarlos, para ver si lo buscarían en
su apuro, o murmurarían como lo habían hecho anteriormente. En
vista de lo que Dios había hecho por ellos mediante su maravillosa
liberación, deberían haber creído en él en medio de su preocupación.
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Deberían haber comprendido que no los dejaría perecer de sed,
puesto que les había prometido aceptarlos como su pueblo. Pero
en vez de suplicar al Señor con humildad para que satisficiera sus
necesidades, murmuraron contra Moisés, y le pidieron agua.
Dios constantemente había manifestado su poder de una manera
maravillosa ante ellos, para que comprendieran que todos los bene-
ficios que habían recibido provenían de él, que podía otorgárselos
o quitárselos de acuerdo con su voluntad. A veces lo entendían en
forma plena, y se humillaban profundamente delante del Señor; pero
cuando tenían sed o hambre le echaban toda la culpa a Moisés, como
si hubieran salido de Egipto para darle el gusto a él. Moisés se sentía
afligido por causa de sus crueles murmuraciones. Preguntó al Señor
qué podía hacer ya que la gente estaba a punto de apedrearlo. El
Altísimo le mandó que golpeara la roca con la vara de Dios. La nube
de su gloria reposó directamente delante de la roca. “Hendió las
peñas en el desierto, y les dio a beber como de grandes abismos,
pues sacó de la peña corrientes, e hizo descender aguas como ríos”.
Salmos 78:15, 16
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