Página 120 - La Historia de la Redenci

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La Historia de la Redención
las conmociones que produjo en la tierra su presencia, los terribles
truenos y relámpagos que acompañaron la manifestación de Dios,
impresionaron la mente de la gente con un temor y una reverencia
tales por su sagrada majestad, que instintivamente retrocedieron
delante de la subyugadora presencia del Altísimo, no fuera que no
pudieran soportar su terrible gloria.
El peligro de la idolatría
Una vez más Dios quiso guardar a los hijos de Israel de la idola-
tría. Les dijo: “No hagáis conmigo dioses de plata, ni dioses de oro
os haréis”. Estaban en peligro de imitar el ejemplo de los egipcios, y
de hacer imágenes que representaran a Dios.
El Señor dijo a Moisés: “He aquí yo envío mi ángel delante de
ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que
yo he preparado. Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas
rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre
está en él. Pero si en verdad oyeres su voz e hicieres todo lo que
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yo te dijere, seré enemigo de tus enemigos, y afligiré a los que te
afligieren. Porque mi ángel irá delante de ti y te llevará a la tierra del
amorreo, del heteo, del fereseo, del cananeo, del heveo y del jebuseo,
a los cuales yo haré destruir”. El ángel que iba delante de Israel era
el Señor Jesucristo. “No te inclinarás a sus dioses, ni los servirás, ni
harás como ellos hacen; antes los destruirás del todo, y quebrarás
totalmente sus estatuas. Mas a Jehová vuestro Dios serviréis y él
bendecirá tu pan y tus aguas; y yo quitaré toda enfermedad de en
medio de ti”.
Éxodo 23:20-25
.
Dios quería que su pueblo entendiera que sólo él debía ser objeto
de adoración; y que cuando vencieran a las naciones idólatras que los
rodearan no debían conservar ni una sola de sus imágenes de su culto,
sino que debían destruirlas completamente. Muchas de esas deidades
paganas eran muy costosas, y artísticamente confeccionadas, como
para tentar a los que habían presenciado el culto idólatra, tan común
en Egipto, para que consideraran esos objetos inanimados con cierto
grado de reverencia. El Señor quería que su pueblo supiera que
a causa de la idolatría de esas naciones, que los había inducido a
practicar toda clase de impiedad, él usaría a los israelitas como su
instrumento para castigarlos y destruir sus dioses.