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La Historia de la Redención
La eterna ley de Dios
La ley de Dios existía antes que el hombre fuera creado. Los
ángeles estaban gobernados por ella. Satanás cayó porque transgre-
dió los principios del gobierno del Señor. Después que Adán y Eva
fueron creados, el Altísimo les dio a conocer su ley. No fue escrita
entonces; pero Jehová la repitió en presencia de ellos.
El día de reposo del cuarto mandamiento fue instituido en el
Edén. Después de haber hecho el mundo y haber creado al hombre
sobre la tierra, hizo el sábado para el hombre. Después del pecado y
la caída de Adán nada se eliminó de la ley de Dios. Los principios
de los Diez Mandamientos existían antes de la caída y eran de tal
naturaleza que se adecuaban a las condiciones de los seres santos.
Después de la caída no se cambiaron los principios de esos preceptos,
sino que se añadieron algunos tomando en cuenta la condición caída
del hombre.
Se estableció un sistema que requería el sacrificio de anima-
les, para mantener constantemente frente al hombre caído lo que
la serpiente logró que Eva no creyera, es a saber, que la paga de
la desobediencia es muerte. La transgresión de la ley de Dios hi-
zo necesaria la muerte de Cristo como sacrificio, para que de esa
manera fuera posible que el hombre se librara de ese castigo, y al
mismo tiempo se preservara el honor de la ley de Dios. El sistema de
sacrificios debía enseñar humildad al hombre, en vista de su condi-
ción caída, y debía conducirlo al arrepentimiento y a confiar sólo en
el Señor para el perdón de sus pasadas transgresiones a su ley, por
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medio del prometido Redentor. Si la ley de Dios nunca hubiera sido
traspasada nunca habría habido muerte, ni habría habido necesidad
de preceptos adicionales para adaptarlos a la condición caída del
hombre.
Adán enseñó la ley de Dios a sus descendientes, y ésta fue
transmitida por los fieles a través de las generaciones sucesivas. La
constante transgresión de la ley de Dios requirió el derramamiento de
un diluvio sobre la tierra. La ley fue preservada por Noé y su familia
que por obrar bien fueron salvados en el arca mediante un milagro
de Dios. Noé enseñó los Diez Mandamientos a sus descendientes.
El Señor preservó a un pueblo propio, a partir de Adán, en cuyo
corazón estaba su ley. Dice que Abrahán “oyó... mi voz, y guardó