Página 131 - La Historia de la Redenci

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El santuario terrenal
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dosos. Y ningún ojo mortal, salvo el del sumo sacerdote, podía
contemplar la sagrada grandiosidad de este compartimiento, porque
era la morada especial de la gloria visible de Dios. El sumo sacerdote
siempre entraba temblando, mientras la gente aguardaba su regreso
en medio del más solemne silencio. Sus más fervientes deseos eran
que Dios los bendijera. Frente al propiciatorio Dios mantenía comu-
nión con el sumo sacerdote. Si éste permanecía más tiempo del que
parecía conveniente, la gente a menudo comenzaba a aterrorizarse,
temerosa de que por causa de sus pecados o algún pecado del sacer-
dote la gloria del Señor le hubiera quitado la vida. Pero cuando oían
el sonido de las campanillas que llevaba en su vestimenta, sentían
un profundo alivio. Salía entonces el sumo sacerdote y bendecía al
pueblo.
Cuando la obra del tabernáculo estuvo terminada, “una nube
cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el
tabernáculo. Y no podía Moisés entrar en el tabernáculo de reunión,
porque la nube estaba sobre él, y la gloria de Jehová lo llenaba”.
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“Porque la nube de Jehová estaba de día sobre el tabernáculo, el
fuego estaba de noche sobre él, a vista de toda la casa de Israel, en
todas sus jornadas”.
El tabernáculo se construyó de tal manera que se lo podía desar-
mar en piezas para llevarlo en ocasión de todos sus viajes.
La nube guiadora
El Señor condujo a los israelitas en todas sus peregrinaciones
por el desierto. Cuando era para el bien del pueblo y la gloria de
Dios que levantaran sus tiendas en cierto lugar y moraran allí, el
Altísimo lo manifestaba mediante la columna de nube que descendía
directamente sobre el tabernáculo. Y allí permanecía hasta que el
Señor quería que emprendieran el viaje de nuevo. Entonces la nube
de gloria se elevaba por encima del tabernáculo, y así volvían a
viajar.
En todos sus viajes manifestaban un orden perfecto. Cada tribu
llevaba un estandarte con el emblema de la casa de su padre, y cada
una de ellas había recibido la orden de acampar junto a su estandarte.
Y cuando viajaban, las diferentes tribus marchaban en orden, cada
una junto a su propio estandarte. Cuando descansaban de sus viajes,