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La Historia de la Redención
en evidencia su celo por la gloria de su Hacedor y el honor de su
pueblo: “Tú has perdonado a este pueblo desde la salida de Egipto
hasta ahora, has sido paciente y misericordioso hasta este momento
frente a su ingratitud; por indignos que hayan sido, tu misericordia
permanece inalterable”. Y a continuación rogó: “Por lo tanto, ¿no
quisieras perdonarlos una vez más, y añadir otra muestra de tu divina
paciencia a las muchas que ya has manifestado?”
“Entonces Jehová dijo: Yo lo he perdonado conforme a tu dicho.
Mas tan ciertamente como vivo yo, y mi gloria llena toda la tierra,
todos los que vieron mi gloria y mis señales que he hecho en Egipto
y en el desierto, y me han tentado ya diez veces, y no han oído mi
voz, no verán la tierra de la cual juré a sus padres; no, ninguno de
los que me han irritado la verá. Pero a mi siervo Caleb, por cuanto
hubo en él otro espíritu, y decidió ir en pos de mí, yo le meteré en la
tierra donde entró, y su descendencia la tendrá en posesión”.
De regreso al desierto
El Señor ordenó a los hebreos que regresaran al desierto en di-
rección del Mar Rojo. Se habían acercado a la buena tierra, pero
por causa de su malvada rebelión perdieron su derecho a gozar de
la protección de Dios. Si hubieran aceptado el informe de Caleb y
Josué, y hubieran avanzado inmediatamente, Dios les habría dado la
tierra de Canaán. Pero fueron incrédulos y manifestaron un espíritu
tan insolente contra Dios que acarrearon sobre sí la sentencia de que
nunca entrarían en la tierra prometida. Piadosa y misericordiosamen-
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te Dios los envió de regreso al Mar Rojo, porque los amalecitas y los
cananeos, mientras ellos perdían tiempo murmurando, se informaron
de las incursiones de los espías y se prepararon para hacer guerra
contra los hijos de Israel.
“Y Jehová habló a Moisés y a Aarón, diciendo: ¿Hasta cuándo
oiré esta depravada multitud que murmura contra mí, las querellas
de los hijos de Israel, que de mí se quejan?” El Señor ordenó a
Moisés y Aarón que dijeran al pueblo que haría lo que habían pedido.
Habían dicho: “¡Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto; o en este
desierto ojalá muriéramos!” Dios iba a cumplir la palabra de ellos.
Ordenó a sus siervos que les dijeran que todos los que tuvieran
veinte años o más caerían en el desierto, por causa de su rebelión