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La Historia de la Redención
La transfiguración
La fe de los discípulos se fortaleció muchísimo en ocasión de la
transfiguración, cuando se les permitió contemplar la gloria de Cristo
y escuchar la voz del cielo que daba testimonio de su carácter divino.
Dios decidió dar a los seguidores de Jesús una prueba contundente
de que era el Mesías prometido, para que cuando vinieran el amargo
pesar y la desilusión de la crucifixión no perdieran por completo
su confianza. En el momento de la transfiguración el Señor envió
a Moisés y a Elías para que hablaran con Jesús con respecto a sus
sufrimientos y su muerte. En lugar de elegir a los ángeles para que
conversaran con su Hijo, Dios envió a los que habían pasado por las
vicisitudes de la tierra.
Elías había andado con Dios. Su obra había sido penosa y difí-
cil, porque el Señor había reprendido los pecados de Israel por su
intermedio. Era un profeta de Dios; no obstante, se vio obligado a
huir de lugar en lugar para salvar su vida. Sus propios connacionales
lo perseguían como si fuera una bestia feroz, para destruirlo. Pero
Dios trasladó a Elías. Los ángeles lo llevaron en gloria y en triunfo
hasta el cielo.
Moisés fue más grande que todo otro hombre que haya vivido
antes que él. Fue grandemente honrado por Dios, y tuvo el privilegio
de hablar con el Señor cara a cara, como alguien cuando habla con su
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amigo. Se le permitió ver la luz resplandeciente y la excelente gloria
que rodean al Padre. El Señor libró por medio de Moisés a los hijos
de Israel de la esclavitud egipcia. Fue intermediario entre Dios y su
pueblo, y a menudo se interpuso a la ira de Dios. Cuando el enojo
del Señor se encendió grandemente contra Israel por su incredulidad,
sus murmuraciones y sus graves pecados, el amor de Moisés por
ellos fue sometido a prueba. Dios le propuso destruirlos y hacer
de él una poderosa nación. Moisés manifestó su amor por Israel
al suplicar fervorosamente en su favor. En su angustia oró a Dios
para que desviara su fiero enojo y perdonara a Israel, o eliminara su
nombre de su libro.
Moisés pasó por la muerte, pero Miguel descendió y le dio vida
antes que su cuerpo viera corrupción. Satanás trató de retener ese
cuerpo, pretendiendo que le pertenecía; pero Miguel lo resucitó y
lo llevó al cielo. El enemigo se quejó amargamente contra Dios,