Página 176 - La Historia de la Redenci

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Capítulo 28—El juicio de Cristo
Los angeles, cuando dejaron el cielo, depusieron con tristeza
sus resplandecientes coronas. No las podían usar mientras su Co-
mandante estuviera sufriendo y tuviera que llevar una corona de
espinas. Satanás y sus ángeles estaban muy ocupados en la sala del
tribunal tratando de destruir todo sentimiento humano y toda sim-
patía hacia Jesús. La misma atmósfera, pesada, estaba contaminada
por su influencia. Los principales sacerdotes y los ancianos estaban
inspirados por ellos cuando insultaban y maltrataban a Jesús en una
forma sumamente difícil de soportar para la naturaleza humana. El
enemigo esperaba que tanta burla y violencia arrancara del Hijo
de Dios alguna queja o murmuración; o que manifestara su poder
divino y se librara de la multitud y que de esa manera fracasara el
plan de salvación.
La negación de Pedro
Pedro siguió a su Señor después de la traición. Tenía ansias
de ver qué ocurriría con Jesús. Pero cuando se lo acusó de ser
uno de sus discípulos, el temor de perder su propia seguridad lo
indujo a declarar que no conocía a ese hombre. Los discípulos se
destacaban por la pureza de su lenguaje y Pedro, para convencer
a sus acusadores de que no era uno de los discípulos de Cristo,
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negó la tercera acusación con maldiciones y juramentos. Jesús, que
estaba a cierta distancia de Pedro, le lanzó una mirada llena de
pesar y reprobación. Entonces el discípulo recordó las palabras que
le había dirigido en el aposento alto, como asimismo sus propias
categóricas declaraciones: “Aunque todos se escandalicen de ti, yo
nunca me escandalizaré”.
Mateo 26:33
. Había negado a su Señor
con maldiciones y juramentos; pero la mirada del Maestro suavizó
el corazón de Pedro y lo salvó. Lloró amargamente y se arrepintió
de su gran pecado, se convirtió, y entonces estuvo preparado para
fortalecer a sus hermanos.
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