Página 190 - La Historia de la Redenci

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Capítulo 30—La resurrección de Cristo
Los disípulos reposaron el sábado, apenados por la muerte de
su Señor, en tanto Jesús, el Rey de gloria, permanecía en la tumba.
Mientras la noche transcurría, había soldados que montaban guar-
dia junto al lugar de descanso del Salvador, y al mismo tiempo los
ángeles, invisibles, se reunían en ese sagrado lugar. La noche se-
guía lentamente su curso, y mientras aún estaba oscuro, los ángeles
guardianes se dieron cuenta de que casi había llegado el momento
de la liberación del amado Hijo de Dios, su querido Comandante.
Mientras aguardaban con profunda emoción la hora de su triunfo, un
poderoso ángel vino volando velozmente desde el cielo. Su rostro
era como el relámpago y sus vestiduras blancas como la nieve. Su
luz disipó las tinieblas a su paso, e hizo que los ángeles malos, que
con voz de triunfo habían reclamado el cuerpo de Jesús, huyeran
aterrorizados ante el resplandor de su gloria. Uno de los ángeles que
habían sido testigos de las escenas de la humillación de Cristo, y
que habían montado guardia junto a su lugar de descanso, se unió al
ángel del cielo y juntos descendieron al sepulcro. La tierra tembló
cuando ellos se acercaron, y se produjo un gran terremoto.
El terror, se apoderó de la guardia romana. ¿Dónde estaba su
poder para conservar el cuerpo de Jesús? No pensaron ni en su deber
ni en la posibilidad de que los discípulos se lo llevaran. Cuando
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la luz de los ángeles resplandeció alrededor de ellos, con un brillo
mayor que el del sol, la guardia romana cayó al suelo como muerta.
Uno de los ángeles retiró la gran piedra que cubría la puerta del
sepulcro y se sentó sobre ella. El otro entró en la tumba y desató los
vendajes que cubrían la cabeza de Jesús.
“Tu padre te llama”
Entonces el ángel del cielo, con una voz que hizo temblar la
tierra, exclamó: “¡Tú, Hijo de Dios, tu Padre te llama! ¡Sal fuera!”
La muerte ya no podía ejercer más dominio sobre él. Jesús se levan-
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