Página 199 - La Historia de la Redenci

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Capítulo 32—El Pentecostés
Este capítulo está basado en Hechos 2.
Cuando Jesús abrió el entendimiento de los discípulos al signi-
ficado de las profecías relativas a él mismo, les aseguró que toda
potestad le había sido dada en los cielos y en la tierra, y les ordenó
predicar el Evangelio a toda criatura. Estos, al renovarse repenti-
namente su antigua esperanza de que el Señor ocupara su lugar en
el trono de David en Jerusalén, le preguntaron: “¿Restaurarás el
reino a Israel en este tiempo?”
Hechos 1:6
. El Salvador infundió
incertidumbre en sus mentes con respecto a ese tema al replicarles
que no les correspondía “saber los tiempos o las sazones, que el
Padre puso en su sola potestad”.
Hechos 1:7
.
Con el poder del Pentecostés
Los discípulos comenzaron a alentar la esperanza de que el ma-
ravilloso descenso del Espíritu Santo podría influir sobre el pueblo
judío para que aceptara a Jesús. El Salvador no tomó tiempo para
darles más explicaciones porque sabía que cuando el Espíritu Santo
descendiera sobre ellos plenamente, sus mentes se iluminarían y
comprenderían en todo sentido la obra que se desplegaría ante ellos,
y la emprenderían justamente donde él la había dejado.
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Se reunieron entonces en el aposento alto, para unirse en oración
con las mujeres creyentes y con María la madre de Jesús, y con
sus hermanos. Estos, que habían sido incrédulos, estaban ahora
plenamente arraigados en su fe gracias a las escenas que habían
presenciado de la crucifixión, la resurrección y la ascensión del
Señor. El número de los reunidos era de unos ciento veinte.
El derramamiento del Espíritu Santo
“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes
juntos, y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento
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