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La Historia de la Redención
recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados;
y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose
sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo,
y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba
que hablasen”. El Espíritu Santo, que apareció bajo la forma de
lenguas de fuego partidas en su extremo, y que reposaron sobre los
que allí se hallaban reunidos, eran un emblema del don que se les
concedería de hablar con fluidez varios diferentes idiomas que antes
desconocían. El hecho de que fueran de fuego simbolizaba el celo
ferviente con el cual trabajarían y el poder que acompañaría a sus
palabras.
Como resultado de esta iluminación celestial las Escrituras que
Cristo les había explicado surgieron en sus mentes con el vívido
lustre y la gracia de las verdades nítidas y poderosas. El velo que les
había impedido ver el fin de lo que tenía que ser abolido desapareció
entonces, y el objeto de la misión de Cristo y la naturaleza de su
reino alcanzaron para ellos perfecta comprensión y claridad.
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Los judíos habían sido diseminados por casi todos los países, y
hablaban diversos idiomas. Habían venido desde lugares lejanos a
Jerusalén, y temporalmente estaban morando allí para permanecer
en ese lugar mientras duraran las festividades religiosas en curso
y para observar sus requerimientos. Cuando se reunían, hablaban
todas las lenguas conocidas. Esta diversidad de idiomas era un
gran obstáculo para las labores de los siervos de Dios que querían
publicar la doctrina de Cristo hasta los confines de la tierra. El
hecho de que Dios quisiera suplir las deficiencias de los-apóstoles
en forma milagrosa era para la gente la confirmación más perfecta
del testimonio de esos testigos de Cristo. El Espíritu Santo hizo
por ellos lo que no podrían haber logrado en toda una vida; ahora
podían diseminar la verdad del Evangelio hablando con perfección
el idioma de aquellos en cuyo favor trabajaban. Este don milagroso
era la más decisiva evidencia que podían presentar al mundo de que
su comisión llevaba el sello del cielo.
“Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de
todas las naciones bajo el cielo. Y hecho este estruendo, se juntó la
multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su
propia lengua. Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad,