Página 211 - La Historia de la Redenci

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Leales a Dios en medio de la persecución
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El segundo juicio
“Entonces fue el jefe de la guardia con los alguaciles, y los trajo
sin violencia, porque temían ser apedreados por el pueblo. Cuando
los trajeron, los presentaron ante el concilio, y el sumo sacerdote
les preguntó, diciendo: ¿No os mandamos estrictamente que no
enseñaseis en este nombre? Y ahora habéis llenado a Jerusalén
de vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de ese
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hombre”. En ese momento no estaban tan dispuestos a llevar la culpa
de asesinar a Jesús, como cuando se unieron a la turba degradada
para gritar: “Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos”.
Mateo 27:25
.
Pedro, con los otros apóstoles, asumió la misma estrategia defen-
siva que en su juicio anterior: “Respondiendo Pedro y los apóstoles,
dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres”. Un
ángel enviado por Dios los libro de la prisión y les mandó enseñar
en el templo. Al seguir sus indicaciones estaban obedeciendo el
mandato divino, y debían continuar haciéndolo no importaba cuánto
les costara. Pedro continuó: “El Dios de nuestros padres levantó a
Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole en un madero. A éste,
Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar
a Israel arrepentimiento y perdón de pecados. Y nosotros somos
testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha
dado Dios a los que le obedecen”.
El Espíritu de la inspiración descendió sobre los apóstoles, y los
acusados se convirtieron en acusadores, y cargaron el asesinato de
Cristo sobre los sacerdotes y gobernantes que componían el concilio.
Los judíos se enfurecieron tanto que decidieron tomar la ley en
sus manos, sin continuar el juicio y sin tener la autorización de los
funcionarios romanos, para dar muerte a sus prisioneros. Culpables
ya de la sangre de Cristo, estaban ansiosos ahora de manchar sus
manos con la sangre de los apóstoles. Pero había entre ellos un
hombre erudito y de elevada posición, cuya clara inteligencia previó
las terribles consecuencias de un paso tan violento. Dios suscitó
un hombre del mismo concilio para detener la violencia de los
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sacerdotes y gobernantes.
Gamaliel, docto fariseo, hombre de gran reputación, era extre-
madamente cauto, y después de hablar en favor de los prisioneros