Página 212 - La Historia de la Redenci

Basic HTML Version

208
La Historia de la Redención
pidió que los retiraran de la sala. Entonces dijo cuidadosamente y
con mucha calma: “Varones israelitas, mirad por vosotros lo que
vais a hacer con respecto a estos hombres. Porque antes de estos
días se levantó Teudas, diciendo que era alguien. A éste se unió un
número como de cuatrocientos hombres; pero él fue muerto, y todos
los que le obedecían fueron dispersados y reducidos a nada. Después
de éste, se levantó Judas el galileo, en los días del censo, y llevó en
pos de sí a mucho pueblo. Pereció también él, y todos los que le
obedecían fueron dispersados. Y ahora os digo: Apartaos de estos
hombres y dejadlos; porque si este consejo o esta obra es de los
hombres, se desvanecerá; mas si es de Dios, no la podéis destruir;
no seáis tal vez hallados luchando contra Dios”.
Lo menos que podían hacer los sacerdotes era verificar cuán
razonable era esta opinión; se vieron obligados a estar de acuerdo
con él, y muy a su pesar dejaron libres a los prisioneros, después
de azotarlos con varas y de encomendarles una y otra vez que no
predicaran más en el nombre de Jesús, o pagarían con sus vidas la
culpa de su osadía. “Y ellos salieron de la presencia del concilio,
gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por
causa del Nombre. Y todos los días, en el templo y por las casas, no
cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo”.
Bien podían los perseguidores de los apóstoles sentirse perturba-
dos cuando se dieron cuenta de su incapacidad para aplastar a estos
testigos de Cristo, que tenían fe y valor suficiente para convertir la
[269]
vergüenza en gloria y el dolor en alegría por causa de su Maestro,
que había sufrido humillación y agonía antes que ellos. De modo
pues que los valientes discípulos continuaron enseñando en público,
y secretamente también en las casas por pedido de sus habitantes
que no se atrevían a confesar abiertamente su fe, por temor de los
judíos.
[270]