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La Historia de la Redención
estaba sereno y resplandeció con una luz angelical. Los furiosos
sacerdotes y la multitud enardecida no lo asustaban. “Pero Esteban,
lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria
de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios, y dijo: He aquí,
veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de
Dios”.
La escena que lo rodeaba desapareció de su vista; los portales
del cielo se abrieron de par en par y Esteban, al contemplar en su
interior, vio la gloria de la corte de Dios y a Cristo, como si acabara
de levantarse de su trono, que estaba de pie listo para sostener a su
siervo que estaba a punto de sufrir el martirio por su nombre. Cuando
Esteban describió en alta voz la gloriosa escena que se extendía ante
él, sus perseguidores llegaron a la conclusión de que era mucho más
de lo que podían soportar. Se taparon los oídos para no escuchar
sus palabras, y profiriendo agudos gritos corrieron furiosamente al
unísono. “Y apedrearon a Esteban, mientras él invocaba y decía:
Señor Jesús, recibe mi espíritu. Y puesto de rodillas, clamó a gran
voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho
esto, durmió”.
En medio de las agonías de una muerte tan cruel el fiel mártir,
como su divino Maestro, oró por sus asesinos. Se pidió a los testigos
que habían acusado a Esteban que lanzaran las primeras piedras.
Estos hombres pusieron sus ropas a los pies de Saulo, que había
tomado parte activa en el debate y que había consentido en la muerte
del prisionero.
El martirio de Esteban causó una profunda impresión en todos
los que fueron testigos del hecho. Significó una dura prueba para
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la iglesia, pero dio como resultado la conversión de Saulo. La fe, la
constancia y la glorificación del mártir no pudieron desaparecer de
su memoria. El sello de Dios estampado en su rostro, sus palabras,
que alcanzaron a cada alma de todos los que lo escucharon, excepto
de los que se endurecieron por resistir la luz, permanecieron en la
memoria de los presentes y dieron testimonio de la verdad de lo que
él había proclamado.
No se pronunció sentencia legal en el caso de Esteban, pero las
autoridades romanas recibieron grandes sumas de dinero para no
investigar el caso. Saulo parecía imbuido de un celo frenético en
ocasión del juicio y la muerte de Esteban. Parecía enfurecido por su