Página 24 - La Historia de la Redenci

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Capítulo 2—La creación
Este capítulo se basa en Génesis 1.
El padre y el Hijo emprendieron la grandiosa y admirable obra
que habían proyectado: la creación del mundo. La tierra que salió
de las manos del Creador era sumamente hermosa. Había montañas,
colinas y llanuras, y entre medio había ríos, lagos y lagunas. La
tierra no era una vasta llanura; la monotonía del paisaje estaba
interrumpida por colinas y montañas, no altas y abruptas como
las de ahora, sino de formas hermosas y regulares. No se veían
las rocas escarpadas y desnudas, porque yacían bajo la superficie,
como si fueran los huesos de la tierra. Las aguas se distribuían con
regularidad. Las colinas, montañas y bellísimas llanuras estaban
adornadas con plantas y flores, y altos y majestuosos árboles de toda
clase, muchísimo más grandes y hermosos que los de ahora. El aire
era puro y saludable, y la tierra parecía un noble palacio. Los ángeles
se regocijaban al contemplar las admirables y hermosas obras de
Dios.
Después de crear la tierra y los animales que la habitaban, el
Padre y el Hijo llevaron adelante su propósito, ya concebido antes de
la caída de Satanás, de crear al hombre a su propia imagen. Habían
actuado juntos en ocasión de la creación de la tierra y de todos
los seres vivientes que había en ella. Entonces Dios dijo a su Hijo:
“Hagamos al hombre a nuestra imagen”. Cuando Adán salió de las
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manos de su Creador era de noble talla y hermosamente simétrico.
Era bien proporcionado y su estatura era un poco más del doble
de la de los hombres que hoy habitan la tierra. Sus facciones eran
perfectas y hermosas. Su tez no era blanca ni pálida, sino sonrosada,
y resplandecía con el exquisito matiz de la salud. Eva no era tan alta
como Adán. Su cabeza se alzaba algo más arriba de los hombros
de él. También era de noble aspecto, perfecta en simetría y muy
hermosa.
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