Página 27 - La Historia de la Redenci

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Capítulo 3—Las consecuencias de la rebelión
En medio del huerto, cerca del árbol de la vida, se alzaba el
árbol del conocimiento del bien y del mal, destinado especialmente
por Dios para ser una prenda de la obediencia, la fe y el amor de
Adán y Eva hacia él. Refiriéndose a este árbol, el Señor ordenó
a nuestros primeros padres que no comieran de él, ni lo tocaran,
porque si lo hacían morirían. Les dijo que podían comer libremente
de todos los árboles del huerto, menos de éste, porque si comían de
él seguramente morirían.
Cuando Adán y Eva fueron instalados en el hermoso huerto,
tenían todo cuanto podían desear para su felicidad. Pero Dios, para
cumplir sus omniscientes designios, quiso probar su lealtad antes
que pudieran ser considerados eternamente fuera de peligro. Habían
de disfrutar de su favor, y él conversaría con ellos, y ellos con él. Sin
embargo, no puso el mal fuera de su alcance. Permitió que Satanás
los tentara. Si soportaban la prueba gozarían del perpetuo favor de
Dios y de los ángeles del cielo.
Satanás quedó sorprendido con su nueva condición. Su felicidad
se había disipado. Contempló a los ángeles que como él habían sido
tan felices, pero que habían sido expulsados del cielo con él. Antes
de su caída ni una sombra de descontento había malogrado su per-
fecta felicidad. Ahora todo parecía haber cambiado. Los rostros que
habían reflejado la imagen de su Hacedor manifestaban ahora melan-
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colía y desesperación. Entre ellos había continua discordia y acerbas
recriminaciones. Antes de su rebelión estas cosas eran desconocidas
en el cielo. Satanás consideró entonces las terribles consecuencias
de su rebelión. Se estremeció, y tuvo miedo de enfrentar el futuro y
vislumbrar el fin de todas estas cosas.
Había llegado la hora de entonar felices cantos de alabanza a
Dios y a su amado Hijo. Satanás había dirigido el coro celestial.
Había dado la nota; luego toda la hueste angélica se había unido a
él, y entonces en todo el cielo habían resonado acordes gloriosos
en honor de Dios y su amado Hijo. Pero ahora, en vez de esos
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