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La Historia de la Redención
dulcísimos acordes, palabras de ira y discordia resonaban en los
oídos del gran rebelde. ¿Dónde está él? ¿No es acaso todo esto un
horrible sueño? ¿Fue expulsado del cielo? ¿Nunca más se abrirán
sus puertas para permitirle entrar? Se acerca la hora de la adoración,
cuando los santos y resplandecientes ángeles se postran delante
del Padre. Nunca más se unirá al cántico celestial. Nunca más se
inclinará, reverente y con santo temor ante la presencia del Dios
eterno.
Si pudiera volver a ser como cuando era puro, fiel y leal, de
buena gana abandonaría sus pretensiones de autoridad. ¡Pero esta-
ba perdido, más allá de toda redención, gracias a su presuntuosa
rebelión! Y eso no era todo; había inducido a otros a rebelarse y
los había arrastrado a su propia condición: a ángeles que nunca
habían pensado poner en tela de juicio la voluntad del Cielo o dejar
de obedecer la ley de Dios hasta que él introdujo esas ideas en sus
mentes al presentarles la posibilidad de disfrutar de mayores bienes,
y de una libertad más elevada y gloriosa. Por medio de ese sofisma
los engañó. Descansaba entonces sobre él una responsabilidad de la
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que le hubiera gustado liberarse.
Como sus esperanzas habían sido destruidas, esos espíritus se
volvieron turbulentos. En lugar de gozar de mayores bienes, estaban
experimentando los tristes resultados de la desobediencia y la falta de
respeto por la ley. Nunca más podrían estar esos seres infelices bajo
la influencia de la tierna dirección de Jesucristo. Nunca más podrían
esos espíritus ser conmovidos por el profundo y fervoroso amor, por
la paz y la alegría que su presencia siempre les había inspirado, para
devolvérselos en gozosa obediencia y reverente honor.
Satanás procura su restitución
Satanás tembló al contemplar su obra. Meditaba a solas en el
pasado, el presente y sus planes para el futuro. Su poderosa contex-
tura temblaba como si fuera sacudida por una tempestad. Entonces
pasó un ángel del cielo. Lo llamó y le suplicó que le consiguiera
una entrevista con Cristo. Le fue concedida. Entonces le dijo al Hijo
de Dios que se había arrepentido de su rebelión y deseaba obtener
nuevamente el favor de Dios. Deseaba ocupar el lugar que Dios le
había asignado previamente, y permanecer bajo su sabia dirección.