Página 274 - La Historia de la Redenci

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Capítulo 46—Los primeros reformadores
En medio de las penumbras que cubrieron la tierra durante el lar-
go período de supremacía papal, la luz de la verdad no fue totalmente
extinguida. En todas las edades hubo testigos de Dios: hombres que
albergaron fe en Cristo como el único mediador entre el Señor y los
hombres, que se aferraron a la Biblia como la única norma de vida, y
que santificaron el sábado. Cuánto debe el mundo a esos hombres, la
posteridad jamás lo sabrá. Se los calificó de herejes, se tergiversaron
sus motivos, se falseó su carácter, sus escritos fueron prohibidos,
mal interpretados o mutilados. Sin embargo, ellos se mantuvieron
firmes, y a través de las edades conservaron su fe y su pureza, como
una herencia sagrada para las generaciones venideras.
Tan terrible fue la guerra lanzada contra la Biblia que hubo oca-
siones cuando existían muy pocos ejemplares de ella; pero Dios no
permitió que su Palabra fuera totalmente destruida. Sus verdades
no debían permanecer ocultas para siempre. Con la misma facilidad
con que podía abrir las puertas de la prisión y descorrer los cerrojos
de hierro para que sus siervos salieran libres, el Señor podía liberar
también las palabras de vida. En diferentes países de Europa el
Espíritu Santo impulsó a distintos hombres para que investigaran la
verdad como si fuera un tesoro escondido. Guiados providencial-
mente hacia las Sagradas Escrituras, estudiaron sus santas páginas
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con profundo interés. Estaban dispuestos a aceptar la verdad no
importaba cuánto les costara. Aunque no percibían con claridad
todas las cosas, pudieron descubrir numerosas verdades sepultadas
desde hacía mucho tiempo. Como mensajeros enviados por el cielo
salieron para quebrantar las cadenas del error y la superstición, e
invitar a los que por largo tiempo habían sido esclavizados con el
fin de que se levantaran y aprovecharan su libertad.
Había llegado el momento cuando las Escrituras deberían ser
traducidas y dadas a la gente de los diferentes países en sus propios
idiomas nativos. La medianoche del mundo había pasado. Las horas
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