Página 287 - La Historia de la Redenci

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Los progresos de la reforma
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El propósito que había comenzado a albergar, es a saber, dar
a la gente el Nuevo Testamento en su propio idioma, se confirmó
entonces, y se dedicó inmediatamente a la tarea. Al parecer toda
Inglaterra se cerró contra él, por lo que resolvió buscar refugio en
Alemania. Allí comenzó a imprimir el Nuevo Testamento en inglés.
Pronto se terminaron los tres mil ejemplares impresos del Nuevo
Testamento, y una nueva edición se produjo ese mismo año.
Finalmente dio testimonio de su fe mediante su muerte como
mártir, pero las armas que había preparado capacitaron a otros solda-
dos para librar batalla a través de los siglos e incluso hasta nuestro
tiempo.
En Escocia el Evangelio encontró un campeón en la persona de
John Knox. Este sincero reformador no temía a nadie. Los fuegos
del martirio, que ardían a su alrededor, sólo servían para avivar su
celo y darle mayor intensidad. Con el hacha del tirano pendiendo
amenazadoramente sobre su cabeza, se mantuvo firme, dando golpes
definidos a diestra y a siniestra para demoler la idolatría. Así se
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mantuvo fiel a su propósito, orando y librando las batallas del Señor,
hasta que Escocia logró su libertad.
En Inglaterra Latimer sostuvo desde el púlpito que la Biblia
debía ser leída en el idioma de la gente. Decía que el Autor de las
Sagradas Escrituras “es Dios mismo”; y que esta Escritura proviene
del poder y la eternidad de su Autor. “No hay rey, emperador, ma-
gistrado y gobernante... que no esté obligado a obedecer... su Santa
Palabra”. “No tomemos ningún atajo; dejemos que Dios nos dirija;
no caminemos tras... nuestros antepasados, y no busquemos lo que
ellos buscaron, sino lo que debieran haber hecho”.
Barnes y Frith, los fieles amigos de Tyndale, se levantaron para
defender la verdad. Los Ridley y los Cranmer prosiguieron con la
tarea. Estos dirigentes de la Reforma inglesa eran hombres eruditos,
y muchos de ellos habían sido sumamente estimados por su celo y su
piedad en la iglesia de Roma. Su oposición al papado era el resultado
de su verificación de los errores de la Santa Sede. Su conocimiento
de los misterios de Babilonia le dio más poder a su testimonio contra
ella.
El gran principio sostenido por Tyndale, Frith, Latimer y los
Ridley fue la divina autoridad y la suficiencia de las Sagradas Es-
crituras. Rechazaron la supuesta autoridad de los papas, concilios,