Página 305 - La Historia de la Redenci

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El clamor de medianoche
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Sin embargo, esta desilusión no era tan grande como la que
experimentaron los discípulos en ocasión del primer advenimiento de
Cristo. Cuando Jesús entró triunfalmente en Jerusalén sus seguidores
creyeron que estaba a punto de ascender al trono de David y librar
a Israel de sus opresores. Llenos de esperanza y gozo anticipado
competían unos con otros en rendir honores a su Rey. Muchos, a su
paso, tendían sus mantos como una alfombra, o extendían ante él
frondosas ramas de palmera. En su entusiasmo y su alegría se unían
en esta festiva aclamación: “¡Hosanna al Hijo de David!”
Cuando los fariseos, perturbados y airados por esa manifesta-
ción de júbilo, querían que Jesús reprendiera a sus discípulos, él
respondió: “Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían”.
Lucas 19:40
. La profecía debía cumplirse. Los discípulos estaban
llevando a cabo el propósito de Dios; pero estaban condenados a
experimentar un amargo desengaño. Sólo pasaron unos pocos días
y ya tuvieron que presenciar la dolorosa muerte de su Salvador y
llevarlo hasta la tumba. Sus expectativas no se habían cumplido en
absoluto, y sus esperanzas murieron con Jesús. Sólo cuando el Señor
salió triunfante de la tumba pudieron darse cuenta de que todo había
sido predicho por la profecía, y “que era necesario que Cristo pade-
ciese, y resucitase de los muertos”.
Hechos 17:3
. De igual manera se
cumplió la profecía en los mensajes del primer ángel y del segundo.
Fueron dados en el momento preciso, y cumplieron la obra que Dios
les había asignado.
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El mundo había estado observando con la esperanza de que si el
momento pasaba y Cristo no venía toda la estructura del adventismo
se desmoronaría. Pero si bien es cierto muchos abandonaron su fe
bajo la fuerte presión de la tentación, hubo algunos que permanecie-
ron firmes. No podían descubrir ningún error en su cálculo de los
períodos proféticos. Sus opositores más capaces no habían logrado
que depusieran su actitud. A decir verdad, había habido una falla en
relación con el acontecimiento esperado, pero ni siquiera eso podía
sacudir su fe en la Palabra de Dios.
El Señor no abandonó a su pueblo; su Espíritu siguió acom-
pañando a los que no negaron temerariamente la luz que habían
recibido, ni atacaron al movimiento adventista. El apóstol Pablo, al
dirigir su mirada a través de las edades, escribió palabras de ánimo
y advertencia para los fieles y expectantes probados en esa hora