Página 331 - La Historia de la Redenci

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Capítulo 59—El fin del tiempo de prueba
Se me señalo el momento cuando terminaría el mensaje del
tercer ángel. El poder de Dios había reposado sobre sus hijos; habían
terminado su obra y estaban preparados para la hora de prueba que
les aguardaba. Habían recibido la lluvia tardía o refrigerio de la
presencia del Señor, y el testimonio viviente se había reavivado en
ellos. Por todas partes había resonado la postrera gran amonestación,
agitando y enfureciendo a los moradores de la tierra que no habían
querido recibir el mensaje.
Vi ángeles que iban presurosos de un lado al otro en el cielo. Un
ángel con tintero de escribano en la cintura regresó de la tierra y
comunicó a Jesús que había cumplido su encargo, y que los santos
estaban sellados y numerados. Entonces vi a Jesús, que había estado
oficiando ante el arca que contiene los Diez Mandamientos, cuan-
do volcó el incensario. Levantó entonces las manos y en alta voz
exclamó:
“Consumado es”
. Y toda la hueste angélica depuso sus
coronas cuando Jesús formuló esta solemne declaración: “El que
es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo
todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es
santo, santifíquese todavía”.
Apocalipsis 22:11
.
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Cada caso había sido decidido ya para vida o para muerte. Mien-
tras Jesús oficiaba en el santuario, había proseguido el juicio de los
justos muertos y luego el de los justos vivos. Cristo había recibido
su reino, puesto que había hecho expiación por su pueblo y había
borrado sus pecados. Estaba completo el número de súbditos del
reino. Se habían consumado las bodas del Cordero. Y el reino y el
dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo fueron
dados a Jesús y a los herederos de la salvación, y el Señor había de
reinar como Rey de reyes y Señor de señores.
Cuando Jesús salió del lugar santísimo, oí el tintineo de las cam-
panillas de su túnica, y al salir, una nube tenebrosa envolvió a los
habitantes de la tierra. Ya no había mediador entre el hombre culpa-
ble y un Dios ofendido. Mientras Jesús se interpuso entre Dios y el
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